Musas

Y así fué mi musa, y se mostró tan amigable cuando nos reencontramos que casi no recordé que alguna vez estuve enamorado de ella. Traté de imaginarla desnuda y ya mismo me inhibía el esfuerzo, no era como antes y eso que seguía encontrandola atractiva, alguien me dijo por ahí que las mujeres lindas se ven y se sienten igualmente lindas, uno puede descubrirlo en sus miradas, esa mezcla de austeridad y soberbia que siempre gobernó mis sentidos en su presencia.
Se comentó siempre, entre conversaciones de colegio, que yo soy un poco extraño, más por soñador que por loco. En aquellos días me enamoraba de todo sin sentir el peso del significado de la palabra, por el simple hecho de proyectar mi visión a eso que observo, al fin y al cabo ¿qué significa el amor y hacia quienes está dirigido?
Ella nueva, yo conocido, me creía con la soltura suficiente para hacerla sentir tan solitaria como acompañada, pero mi discurso se llenaba de ruborizados pretextos, al mismo tiempo que se redondeaba aquel prejuicio que me identificaba.
Hasta donde sé, la timidez aumenta con los años y va asumiendo responsabilidades, no en vano creo en un destino tan incierto como librado al azar, y con el correr de los años se me reconocerían algunos derechos por ello; la extravagante contemplación, la insensatez concienzuda, y esa pizca de interés suficiente que se creen solo aquellos que aprecian el valor sentimental de las cosas. Era fácil dar conmigo, mi simplicidad cómica aguardaba para rescatarme de las habladurías del mundo.
Pero no la hallé interesante hasta que otro se fijó en ella, no era más que una menuda figurita en mi mente de ciencia-ficción, de teleteatro y de dibujos animados, por lo pronto no había mujer que despertará en mi un sentimiento significativo, ahora me interesaba ella, porque de mis compañeras era la más mencionada, porque comenzaba a gustar de su compañía, y tras ella un sinfín desfilarían del mismo modo, con el respeto debido, musas son musas.
Mediante fuimos creciendo, comencé a reconocer a la mujer como mujer misma, y aquel pantalón me enseñaba eso que no había notado antes en ellas, mi vocabulario reconocía dos nuevas palabras, “acentuarse” y “ensancharse”, y que lindo era ver ese proceso en cámara lenta.
Desde aquel momento ninguna otra curva significó lo que aquella, todas eran diferentes y mi inescrupulosa observación me permitía, libremente, establecer los parangones que creería correspondientes. Las parábolas lineales que mi joven profesora de matemáticas simplicaba en el pizarrón no serían tan dignas de contemplación como lo eran las que formaban sus piernas, y aquella, mi flaquísima compañera, integraba la cara bonita de ese conjunto denominado “juventud”, jamás me propuse compararlas como lo haría al observarlas, más bien me contentaba con imaginar que se trataba de una misma persona, como si una intentara ocupar el lugar de la otra y la otra el lugar de aquellos maniquíes de revistas, yo las concebía a todas del mismo modo, eran las lindas y las demás, mi contemplación se reducía a ser lo platónicamente posible que mi timidez me permitía.
El tiempo pasaba, ya todo me parecía injusto a mis sensibilidades, yo necesitaba soledad para reflexionarme y quien la perturbara tendría castigo, entre mi vocabulario se reconocían dos nuevas palabras, “personalidad” y “estética”, mis ojos elegían, mi mente daba la orden, y mis labios se encargaban del resto, nosotros no nos vemos lindos, nos vemos capaces, lo poco que se hablaba de mi alcanzaba para destacarme.
Clasificar mujeres es casi tan difícil como hacerlo con insectos, lo es ahora para mí, y eso que siempre fui capazmente selectivo, la elegía a ella todavía entre millones, y estaba más linda ahora que nunca, la imaginaba desnuda, tangible, su finísima figura en mis brazos, yo gobernaba su cuerpo con la mente, la imaginaba en el podio, la destacaba entre mi profesora y las diosas de las revistas aun creyendo que sería la vencedora, la menos inalcanzable de mis mujeres, no reparaba en detalles soñadores cuando el evidenciarse de su belleza escapó de mi control, éramos todos tras el trofeo que su iluminada figurita premiaba a contemplación.
Pero fue aquel que yo menos esperaba, al analizar estéticas y personalidades, quien alcanzaría el premio, sentí que mi tiempo se desvanecía entero, por que mi insensatez era más concienzuda que nunca, y por que mi malogrado rival imponía un respeto que yo debía, a fuerza, respetar. Seguí contemplándola y soñándola desnuda, pero ahora deseando su cuerpo, el interés por su carisma iba decreciendo en relación con mi esperanza, por que sabía que aquello no se me permitiría, por que prefería observar sus curvas a tener una conversación con ella, por que me armaba de excusas para negar todo sentimiento que me involucrara sentimentalmente, por miedo y por bronca, por castigo y culpa.
Durante el transcurso del último año se mostró tan distante como lograda pretendía saberse, vanagloriándose de una libertad por derecho adquirida. Aquella relación le había dado la soltura necesaria que una chica como ella necesitaría, por que mi rival era un hombre de calle, de mundo. Su ausencia incrementaba mis necesidades por poseerla, ya no discutíamos, ahora hablábamos poco, ella atraía las miradas sin necesidad adornos, sabía hacerlo, y sentirse libre de seducir hizo que se ganara el resentimiento de las otras, aquellas que no estaban a su altura, inclusive mi ya no tan joven profesora de matemáticas.
El último año fue tan triste como yo mismo permití que fuera. Ella pintada al óleo, y su marco de oro la hacía tan gigante, tan inalcanzable, tan platónica, tan ahora como nunca, una sombra de curvas melodiosas que oscurecía mi presencia entera.
Dejé de verla cuando terminamos el colegio, pero guardé su bella silueta en mi memoria, lo que nos depara el futuro ya carece de importancia para mí, y preferiría ser elocuente a tener que ser poco razonable, quizás por aquello me muestro de esta manera, alguien me dijo que mis impulsos son tan seguros como el servicio meteorológico.
Hoy la vuelvo a recordar, y cuando lo hago no la dispongo a mis brazos sino a mis artes, lo hago percibiéndola tan cercana, tan a mi altura, pero con el respeto debido, las musas son musas hasta que se convierten en amigas.

El Nuevo Mundo

El más rey de los reyes acorraló al más duque de los duques y le hizo sentir todo su poder en pos de mantener el reinado.
Si dios fuese honrado, lo justo justo, David vasallo, el artista zurdo, el agua roja, la plata oro, los caminos cortos y la vida larga, aquella actitud una satisfacción de un divertido juego o quizás la más conocida versión de una puesta en marcha de la ley del más fuerte, a fin de cuentas buscar lo impredecible se ha vuelto la más forma más satisfactoria de ver nuestro futuro, lo que se comprende no siempre es lo supone, y lo que se supone no siempre es lo sucede.
La desmitificación del mundo se ha vuelto una practica diaria, rutinaria y sin control, no existe ímpetu por revisar las formulas, es raro encontrar mínimas capacidades de asombro, los conocimientos están tan al alcance de nuestras manos que han modificado las formas de como escoger informarse, todos conocemos todo sino lo investigamos, no leemos para saber, presumimos leyendo, las personalidades están tan desprovistas de privacidad que las mayores cualidades son factibles a ser reproducidas, es la actitud por encima del contenido, el hacer por destacar, el obrar por atraer, el ejercicio es salud, si, pero es en mayor medida un seguro sentimental, el fin justifica todos los medios, el objetivo es encajar, caminar por tener piernas.
Soy artista por que quien me impide serlo, lo soy por que nadie niega que lo mío es arte, nadie me analiza, nadie me conoce, arte en la cara más satisfactoria de mi dado, arte en lo ruin de la naturaleza, me dedico a crear no a educar, arte por ser algo, algo por ser artista, la contemplación una perdida de tiempo, la piedra no es piedra sino hay quien la arroje.

Ellas, Ellas, Ellas..

Me acercó con cautela al agujero que creo es el nido que busco, llevo horas caminando, esta será mi primer parada, pienso, como no dejo de hacerlo desde que empecé con esta aventura, no es que esté ansioso, pero como decirlo de otra forma, percibo curiosidad misteriosa, debilidad por lo desconocido. No me llegan imágenes agradables, desborda de gris, lo que va de la travesía no me alienta y eso que me contaron-supuse-imagine dejó de esperanzarme, mi cabeza resbala por un rió de inquietudes con un poco, lo justo, de incertidumbre.
De pronto una conjunción de luces de colores impactan en mis ojos al tiempo que van tomando, para mi entera contemplación, forma de espectacular figura femenina.
La ansiedad se hace piel, se transforma en obsesión, necesidades carnales desenfrenadas, por que soy hombre, por que es lo más agradable que el oscuro recorrido me ha dado hasta el momento, por que no es lo que busco, ¡pero que relajo!, una mujer, o varias, las mejores, más bellas y luminosas.
Me acarician el rostro y me embriago con sus piernas, de sus alas rehuyen flores, las más hermosas, colores por doquier, y mi universalidad tan estridente, tan melodiosa, tan tangible, la falta de oscuridad invade mi alma, mis ángeles; cinturas de avispas, senos desnudos, curvas de ensueño, muslos petulantes, brazos anfitriones, sus frutos al descubierto, me invitan a probar aquello, mastico como si fuese el mejor bistec y bebo como si fuese el mejor vino, mi lengua está en su salsa, el mejor dulce de leche, sus vientres, ritual, me pierdo, me alejo, olvido.
Todos los sueños, perdidos, olvidados, destruidos, desechados.
Todos los planes, inútiles, vacíos, triviales, dañinos.
Todas las facultades, inmaduras, desdichadas, abandonadas, olvidadas.
La naturaleza, amable, sensible, tangible, accesible.
Las mujeres, bellas, luminosas, desnudas, enteras.
Mi trono, todo, en pedazos, a todas ellas, las mujeres, mujeres y más mujeres, castillo vendido, vencedores vencidos.

Nos

Nos soñamos desiertos
Nos conocimos despiertos
Nos alegramos en la cumbre
Nos deseamos en octubre
Nos besamos por vez primera
Nos inmortalizamos en la acera...

Esos sueños tan reales

Aquella mañana me levanté sobresaltado, había dormido casi 4 horas y estaba, todavía, bajo los efectos de la somnolencia, terminé de desperezarme cuando mi teléfono celular sonó de repente.
Como siempre verifique su destino en el visor, pero no lo encontré registrado en mi agenda, decidí cortar y esperar un próximo llamado. Sorprendido me acomodé en la cama al tiempo que trataba de reconstruir, debido a aquello estaba siendo cómplice simplemente, el peculiar y excitante sueño que me había divorciado del descanso. La escena me dispuso, a mi entera observación, una joven solitaria en una especie de librería exhibición.
El protagonista era yo, pero llevaba un aspecto diferente, bañado en rojo tanto los pantalones como la remera, con el pelo ligeramente más largo, arreglado y lacio, en mi tono de voz sobresalía el pronunciar de las consonantes, y mis expresiones intentaban ser modernas y ostentosas. Yo mostraba una personalidad más atrevida e impulsiva, lo suficiente como para acercarme a ella sin haber acusado pretextos, pero sin duda era yo, el rostro y el físico lo evidencian, en una extraña faceta, al encuentro con una solitaria y callada joven.
Aquella estaba sola, sentada en uno de esos sillones modernos que suele haber en las exhibiciones, ojeando un libro con dibujos dispuesto entre los anaqueles. Su rostro no mostraba expresión alguna y era notable su aburrimiento. Me acerqué y la saludé, miró hacía atrás como para descifrar a quien iba dirigida la cortesía, y corroboró que estábamos solos, me contestó tímidamente al tiempo que trataba de adivinar mis intenciones, sin embargo no expresó disconformidad aparente.
Ella era hermosa, delgada y sofisticada como las hay pocas. Su forma madura de vestir evidenciaba buen gusto, aparentaba tener unos 20, y sinceramente no encontré explicación de porque estaría sola en ese lugar, pero me propuse no dejar pasar la ocasión de conocerla. Le sonreí provocativamente y en cuanto me respondió la gentileza, me senté a su lado. Su pronta incomodidad giraba en torno a mis evidentes necesidades por conquistarla, sin embargo no despegó sus ojos de los míos. Tomé la aventurezca decisión de romper el hielo, recoger aquel libro de dibujos y mostrar simpatía por el mismo, al ver que no obtenía respuesta, adiviné que poco y nada se hallaba interesada en este.
Mi mente reaccionó de manera efectiva, ya no podía volver a atrás por lo que insistí con aquello. Comencé a dar una explicación poética del dibujo de la tapa, del porque de las imágenes, y otras tantas alabanzas. Intentaba, era notorio, corregir el error que previamente había cometido. Su rostro cambió de expresión, quizás mi forma de hablar haya servido de estímulo, noté que mis palabras le llegaban y sus ojos aburridos mostraron un brillo de interesados. Sostuvo el libro, lo contempló un largo rato y soltó su opinión al respecto, su displicente verborragia me desconcertó, no imaginaba tanta sensibilidad, lo que podía verse de ella encajaba perfecto con esa forma amable de expresarse.
El resto de la noche fue un desinteresado compartir de anécdotas, pude recordar coqueteos inocentes al hacerlo, pero que fueron interpretados cómicamente, atrás había quedado ese prejuicio tonto acerca de mis intenciones por conquistarla, pero llegaba la hora de separarnos y mis objetivos no estaban todavía cumplidos, me negaba a dejarlo así y le pedí un apresurado beso. Ella se ruborizó de repente, su rostro mostraba inseguridad e incertidumbre, quería irse, pero algo la detuvo, como para remediar su incomodidad miraba ahora hacía otro lado intentando mostrar indiferencia, yo seguía insistiendo con la mirada, me lo negó, estratégicamente me levanté y le sonreí, le agradecí el haber compartido conmigo aquella charla y le expliqué, sinceramente, que mis impulsos intentaron canalizar ese intercambiar de sensibilidades, sin haberme disculpado por aquello, me retiré como un muchacho moderno creería conveniente, ella me miraba atónitamente, no me respondió de manera aparente y aquello se perdió en la más habitual de las nadas. Posteriormente recuerdo haberme hallado extraño y solitario, el realismo en escena fue tan desmedido que tuve miedo, algo que no me pasa a menudo y menos aún bajo estas circunstancias, de estar enamorandome. Cuando todo se volvió difuso dejé intacto, sin quererlo, aquel recuerdo sin precedente. Me levanté y mientras buscaba la reflexión mi celular dio el primer timbrazo que me despabiló. Ahora sonaba nuevamente y, para mi sorpresa, una mujer me contestaba, yo estaba anonadado, como olvidar ese tono, les parecerá increíble pero es cierto, era de mi chica soñada que se reía y cortaba.