La zorra y el marinero

El doctor se acercó a Pati y le dijo algo al oído mientras le miraba la anatomía, ella fue a buscar al maquillador, el fornido marinero se miró al espejo y cayó en la depresión por la urticaria que le acababa de salir en la frente.
Olga era exuberante, pero tenía algo que exasperaba al director, Silvia, inocente y tímida, se sabía los pasos de memoria, se acercó al director y lo miró fijo desde la pista. Iván estaba elegante y tenía un rostro atractivo, Manuel estaba en la cafetería, acomodándose el cabello hacía gala de sus bíceps, el asistente lo llamó impaciente. Pati era más bonita que Silvia, pero no alcanzaba las proporciones de Olga, sabía que debía pensar estrategia, y se colocó los tacos. Esteban tenía un rostro iluminado, cero colesterol, demasiado flaco dijo el doctor mientras le preparaba una dieta.
La zorra se halló segura de si misma y se animó al foxtrot, nadie lo esperaba, el conductor no la reconocía, el director tampoco, el público se abrumó, el doctor se excitó con su cuerpo.
Esteban humilló a Manuel ante ella y riñeron a golpes, Iván reía y se acercaba seguro a la zorra, Olga miraba con celos e indiferencia, Silvia reconoció el estilo, el conductor miraba al director que se dejó llevar por el espectáculo.
El marinero apareció junto al doctor y le agradeció el ungüento, las cámaras se multiplicaban, la música subía de volumen, Pati llegó tarde y se hallaba junto al director pidiendo explicaciones, Silvia bailaba junto a la zorra y esta sonreía, Iván se ubicó entre ambas y la zorra lo esquivo dejándolo en piso, Manuel desplomó a Esteban mientras reía por lo de Iván, Pati iba en ayuda del golpeado.
La zorra bailaba a gusto, reía y cada vez tenía menos ropa, el doctor ardía de placer, el director miraba lleno de confianza en ella, el conductor buscaba oportunidad, Olga se cansó y se arrojó a la pista, el marinero estaba junto al conductor buscando oportunidad de salir.
El foxtrot se hizo más ligero y Silvia se mostraba insegura, la zorra estaba ya en ropa interior e hizo arder a la platea, Olga se desnudaba y bailaba ignorando el compás, Manuel se movía atraído por la zorra, Esteban se paraba y se acomodaba el traje, Pati sabía que no podría competir con tacos, Iván se reincorporaba y sujetó a Olga, el director daba ordenes a los camarógrafos, los asistentes estaban más que anonadados.
Silvia transpiraba y miraba con admiración a la zorra, Olga, que insistía en bailar sola, se deshizo de Iván pero se resbaló y cayeron juntos, Manuel estaba entre Silvia y la zorra, Esteban se marchó aburrido, Pati lo siguió reconociendo la derrota, el conductor de decidió pero se topo con la espalda del marinero que lo tapaba, el doctor se arrimó a la esquina. Silvia fue desplazada por Manuel, Olga se reincorporó y se ubicó junto a la zorra imitándola, Iván se marchó entre las cámaras, el marinero sujetó a Silvia que acababa de resbalar agotada, la zorra seguía a pleno como si el cansancio no existiera, Manuel bailaba otro paso e intentaba imitarla, Olga no podía sostener el ritmo y reconoció que la zorra superaba sus proporciones. El doctor estaba junto al director, el conductor dirigía como si de un partido se tratara, la velocidad del foxtrot era inaudita, la zorra seguía moliendo el piso, Manuel intentó sujetarla por la cintura pero ella escapó con una voltereta, fue Olga quien sintió los fornidos brazos de Manuel, Silvia miraba con admiración la hazaña, el director abordó la pista. Manuel arrojó a Olga hacia un costado, el marinero amortiguó la caída enojado por aquello, la zorra seguía bailando majestuosamente, el doctor ardía de pasión.
El marinero se acercó a Manuel y este lo anticipó con un golpe que no asestó, Olga se marchó abochornada, el director daba nuevas indicaciones para que filmaran la riña con otra cámara. Manuel se vio superado en musculatura y fue arrojado de un puñetazo hacia las cámaras, el director daba ordenes nuevas, el doctor estaba junto al conductor, este hacía lo que podía para incorporar nuevas palabras al repertorio, la zorra sujetó al marinero, este obedeció el paso con atino, Silvia lloró de emoción. El director daba extremas precauciones, el conductor daba órdenes a los redoblantes, las cámaras filmaban como locas, el doctor acompañaba el llanto de Silvia, y la zorra y el marinero brillaban en escena.

Insanidad

El grito de socorro se sintió tan fuerte que me sobresalté aquella noche. Me paré, abrí la ventana y corroboré, tan rápido como pude, que provenía de mi conciencia.
Sobre el diván se hallaban mis escritos de vida, sobre la mesa la pistola, escribí unas líneas por inercia y sentí que toda mi vida se disolvía en una palabra, Muerte.
Bajé las escaleras y deambulé sensato pero intrigado, aumente mis miedos con la bebida y la daga ya me rozaba el cuello.
A simple vista estaba perdido bajo las garras de la mentira, y me consolaba ser llamativo, aunque ya no lo fuera, me ayudaba ser gentil, pero había perdido la humorada, me entregaba al trabajo, pero me aumentaba las inseguridades, y la simpleza de mi ser aguardaba el final para corroborar que jamás había existido.
Me recosté en la calle a fin de parecer desamparado, pero mis abrigos caros me tildaron de falso actor, lloré y patalee pero nadie me escuchó, mi consuelo no encontró amparo, lo poco que podía decir ya, estaba grabado a fuego en el lomo de mi pistola.
El final inconcluso siempre fue palabras mayores para mí, y lo era más en este momento. No me sirvió siquiera entender a la Biblia como al más importante tomo de los evangelios apócrifos, no recordaba ya al amor de mi vida. Gatillé pero ya no tenía balas, me arrojé hacia el barranco, pero mi cuerpo tenía el peso de una pluma, me apedree una mano pero no sangraba, intente colgarme pero no había soga, me arroje al mar pero rabioso me devolvía hacía la orilla, me venció el cansancio y me dormí sobre la rambla, soñé con una figura y recordé y me abrigue en su aura. En ese instante sentí su mano cálida, me sostuve en ella y aprendí que el nuevo testamento vale más por ser presente que por su contenido mismo, y mi historia era también bíblica ya, estaba a tiempo de escribirla. Llegué a mi casa y desperdicié balas en mis poemas sin sentido, me despojé de mis atuendos, me esperaba en la puerta y nos fuimos de la mano, corrimos desnudos al río, hicimos el amor y acabé entre sus pechos, salió el sol y lo viví pleno, nadando se acercó el optimismo, la sencillez y la humorada e hicimos una orgía. Ya todo dejó de importarme, dejé mis vicios pasados y bebí el licor de la ignorancia con gusto. Sentí en grado máximo a un dios que no conocía y se fusionaba con el diablo como Abraxas, mis temores se disolvían en su amparo, y aquella presencia me simplificaba el camino.

Hazte fama y échate a dormir

Percibió la cúpula y apenas en la limitadísima línea de visión que los tratos innecesarios le permitían tener, se dejó llevar por aquello que buscaba.
Impaciente se acercó y acarició eso que a penas percibía, sin anhelo ya, alguno siquiera, permitido por su religión de vida.
Y surfeaba la galaxia de lo incondicional de las relaciones sociales, lo suyo era piel.
Castigado se vio por la timidez y se desentendió entre la multitudinaria con estilo, como sabía hacerlo, pero ello le dejaba mal sabor de boca, y no obstante le serviría para planear las revanchas al sopor.
Los rizos eran ahora centro de dulzor. Perpetuó la atmósfera con habilidad, pero el tiempo era ladino y tuvo que obviar detalles a menudo importantes. Cualesquiera hayan sido planeadas, las estrategias no eran necesarias, ya que la triste mueca del bostezo iba corroborando sensibilidades al mismo tiempo que destrozaba superficialidades, y todo tan gris, todo tan difícil.
El cruel destino se aliaba con el tiempo y el espacio, y se me depositaba en forma de cruz cual episodio bíblico, pero las fuerzas me consideraban interesante, mi estilo fue reconocido, y fue la mueca más lastimera, más cómplice, la que me llevo al estrellato, y eso que tanto buscaba, ese pelar amargos planes, eso de cargar la culpa y el estrellato, ya se disolvían en un simple y conocido slogan. Hazte fama y échate a dormir.