Tiempo de veda

El Juglar se acercó seguro de saber que melodía agradaría hoy al rey, pero se llevó la desilusión de habérselo encontrado meditando, tuvo miedo de empezar, quizás más por la respuesta que podía esperarle que por romper el súbito estado que demostraba o pretendía demostrar su majestad, lo cierto era que el rey nunca meditaba.
La música nos da a menudo poderes que nosotros no imaginamos, no obstante aquel muchacho conocía este detalle y mucho quiso expandir su percepción al respecto de lo que estaba sucediendo. Comenzó reproduciendo las escalas de aquello que venía dispuesto a enseñar a su alteza, y viendo que ningún efecto, directo a su simpleza, le permitiría descifrar tamaña situación, se acercó pizpireto hacía los guardias e intentó tararear aquellas notas en tono bajo a fin de romper aquel súbito silencio, después de todo quienes se enterarían. Al tiempo que se acercaba iba evidenciando su temor al son de la incertidumbre que la situación, toda general, le estaba proporcionando. Los mismos guardias, en los que intentaba encontrar consuelo y quizás respuesta, se encontraban pasivos mirando el acontecimiento. Sin duda alguna era una situación extraña, aquel estaba ante los dilemas de una psicología que desconocía, no pudo más que pensar que se trataba de un boicot en su contra y entró en pánico de repente.
Nada podía hacer, ya, ante tal suceso, pensó en escapar pero el temor lo obligó a sentarse en el suelo, rendido dejó su instrumento a un costado e inconscientemente se sentó en la misma posición que el rey. Intentó meditar para hallar ese consuelo que no había encontrado con la música, quien amparará a un joven artista, se notaba que fingía, pero eso no importaba, los allí presentes estaban ocupados en otra cosa, cuando abrió los ojos su sorpresa fue increíble, una sombra se posó encima suyo, el mismísimo rey lo miraba con sonrisa de agrado, sin embargo no pudo evitar ponerse nervioso ante su presencia, intento recordar alguna situación en la que el rey haya demostrado desagrado hacia su persona pero no encontró ninguna, aquel miedo muto, ahora, en asombro, el rey lo estaba felicitando.
El juglar se retiró de los aposentos reales sin entender un rábano lo que había sucedido, pero al llegar al sueño se percató de lo que aquel había estado buscando al llamarlo. Aquella mañana, lleno de inspiración, compuso una sinfonía entera de silencios.