Mi tierna doncella negra

Despertó y observó su entorno, nada importaba, nada recordaba, y empezó a planificar su día con actividades que jamás hará.
Su locomotora iba tan veloz que generaba extremas distracciones, la inquieta soledad la encarcelaba sin permitirle salir, dejábanla exhausta y le quitaban las ganas de hacerse la America, al instante descansaba y reflexionaba sobre algún futuro, o pasado, acontecimiento y cada vez dormía menos horas.
Quien entendería su poesía sino comprendían su entorno, la magia de sus puños oculta en sus lágrimas, el silencio era su tesoro, y sus creencias se desmoronaban a tono con sus músculos.
El flujo dejó sus salpicones en la alfombra y se acordó que estaba viva, que era joven. No consiguió fuerzas para levantarse, pero la habitación era tan grande que, si algún día llegaban a visitarla, demorarían en encontrar la mancha.
Y ya no podía salir, no hallaba el estimulo necesario, y se dejaba llevar nuevamente por esos paisajes imaginarios. A menudo odiaba abrir los ojos, ver su entorno tan sucio y gris, las ventanas tapiadas, el espejo roto que, sin saberlo, reflejaba su desgraciada imagen, su extraordinaria psicología del fracaso.
Pero cierta mañana se levantó con fuerzas y se sentó a la maquina, compuso quizás las más alegres oraciones en días, pocas pero significativas, giró a la cocina, se sirvió un plato de lechuga, bebió agua como no hacía días, se sentó nuevamente en la maquina y aspiro el repugnante olor que salía de su cuerpo. Entró en pánico, habíase dado cuenta del abandono que padecía, comenzó a correr como loca, necesitaba verse en el espejo nuevamente. Ella, que era tan bonita, tan agraciada y dulce, estaba ahora tan delgada, casi sin busto y espigada, intentó hacerse de su sexo para hallar estímulo, se maldijo sintiéndose inservible, el pánico mutó en terror y cayó rendida, sollozante, dejó que sus contenciones se derramaran sobre sus piernas en romántico abrazo con su condición y se durmió reconociendo la rutina. Mañana despertaría y observaría su entorno, nada recordaría, nada importaría, y empezaría a planificar su día con actividades que jamás haría.