Yo

Me encontré a mi mismo bajo una careta que sospechaba a veces tienen los que les cuesta llorar, y en eso que me sabía profundo, encontré el existir de mi alma inframundista, la terrible pesadilla del soñador con su utopía.
Yo inconfundible entre los pocos que me llamaban fiero, y el abismo tan exacto, el sustrato tan sincero, el clamor tan verdadero, el devenir tan entero.
Mi “ser” romántico fue un campo inexplorado mucho tiempo, le escapaba al amor de las mujeres, temía de ellas que se convirtieran en serpientes y me manyaran vivo, que destrozasen mis únicos anhelos que tenía para conquistarlas, aunque sin embargo las amaba, adoraba sus partes débiles y sus inconciencias tan frágiles, la avidez íntima de sus consuelos, y las tiernas miradas azules de sus lamentos.
Todo como yo lo veía traía aparejados, ya, sus propios dejos nostálgicos, y cuando supe de algo, me sonó tan raro que al cabo del ejercicio me era reconocido. Pero yo me siento incompleto, mi ser está carente de algo y, sin saberlo, busco errante durante la más activa de las etapas de mi vida.
Soy un veinteañero conflictivo, desproporcionadamente alegre como triste, solitario como sociable, moderno como insulso, tan desesperadamente reflexivo que la moralidad pasa a un segundo plano, equivalente al amor bajo el ala del placer.
Pero no prejuzgo a la vida, ni creo merecer un castigo que no comprendo, me basta una sola palabra de aliento, ansío encontrar al divino de la misma forma que espero recorrer el camino.
¿Será la vida mi propia desdicha, o es que acaso soy sólo un platónico errante en el mundo de los románticos?