Si no veo me pianto

Convencido de que todo lo que nos une son simplemente imágenes, busco una comunión entre lo pisado y lo crecido.
¿Desde cuándo estoy a la espera de lo que se transformara en oportunidad? ¿Quién me creo transitando las lindes de la ampulosidad?
Me he visto hacer de tonto cuando solo quería ser visto por arriba y de monstruo cuando buen mozo.
Tuve en claro las razones, pero no supe decirlas a tiempo, y ahora creo que el discurso de respiro le sirvió más a un egoísmo chato que no supera ni siquiera a mi propio maleficio.
Estoy dispuesto a una charla entre usuales. Hablo de contemporáneos al respecto y de búsquedas, pero la imbecilidad y el detrimento me tranquiliza, la bondad me supera, y el romanticismo me condice.
Me quiero desvincular de la tranquilidad que asegura estar detrás de la caja. No me la creo.
Ya no necesito perpetuar los sentidos de una tristeza burlona que me haga extrañar a lo que ando sujeto, y de lo que dejo de estar.
Me ayudaría hacerme de un testaferro. Que me llene de palabras, que personifique mis alegrías, que se las lleve, que se vista de mi, que haga realidad mis más preciados anhelos, que me hable al oído, y me cuente y me muestre, como es que bailan a mi paso las doncellas tan a gusto con mi silencio.