Otoño con olor a verano (futuro)

Propongo, y con esto dialogo con ustedes al respecto, comenzar sin ser pretérito, y en una ventisca de cultura salvarse para ser uno más de los que deambulan por el desierto que nos queda a saber.
Que lloramos no es novedad, y en su periplo el hombre confiesa sus pecados siendo pagano, creyéndolos muestras de fe por miedo y culpa, cuando inescrupuloso apunta con el dedo a aquellos que le recuerdan a si mismo. Con la crueldad que nos caracteriza somos violentos e ignoramos lo que nos resulta incomodo, por prejuicio. La cadena de peyorativos se hace mayor al escepticismo que nos sugiere la ceremonia que caracteriza a las relaciones sociales. Aumentan con la edad y se pincelan, a su antojo, por las mismas personas que intentan representar las clases sociales.
Somos pobres y reconocerlo es ser artista, el tipo de arte de culto que ingresa lento. Quizás enterrados seremos en la cúspide de lo que lograremos, quizás nunca, alcanzar. Vivimos una historia de la que pretendemos tenga principio nudo y desenlace, pero somos incapaces de determinar que espectro cubre nuestras cabezas, llenándonos de expectativas al acecho, de cursos interminables de excusas, y nuestro pasado por lo que seremos recordar.
Hermanados nos encontraremos cuando tengamos noción del precio que valemos. Nos ganaremos la honestidad del otro cuando reconozcamos que somos de carne y no de fierro, y que el preciado don de la vista es tan finito como indescriptiblemente eficaz y magnifico. Tomar conciencia es invadirse de mentiras en mayor proporción. Llenarse de escrúpulos es articularse las mañas. Contar nuestra vida es anticipar nuestros triunfos en vano no queriendo aceptar que necesitamos ayuda. Hablar de la libertad nos encarcela en las palabras misma que la identifican en la historia. Seamos tontos por ser nosotros mismos. El silencio de muchos puede matar al piadoso y será el encargado, por evolución, de naturalizarnos nuevamente. Pensar en plantar bandera por descansar es ser cruel con el destino esencial por el que vamos y fuimos. Dejemos el ojo de vidrio a un costado al menos por un tiempo. Comer ansias y vivificarse de problemas puede ser la solución a nuestras infinitas incógnitas. No creer en los placebos, que nuestro andar desconfía, por infringir la norma que los prohíbe en detrimento a la razón última de justificarlo como métodos desinhibidores o aclaratorios. Dar demasiadas explicaciones es para los débiles de personalidad que quieren descubrir la rebeldía que intentan justificar. Seamos ágiles y aceptemos que la felicidad se mide por status, arbitrariamente y en cantidades abundantes, y se compra con monedas cada vez más chicas. La suerte está echada, y forma parte de nuestras cualidades hacer a nuestro favor el lado de la moneda que nos favorece.