Tribu

El realzado de los colores me parecía ya aburrido, en el sentido más ambiguo que existía, y la llama que se había desvelado, estaba ya desapareciendo. Los 4 sentidos que me quedaban se disponían a variarme los juicios, y las vanaglorias que se me adjudicaban eran una triste y cándida tarjeta de recuerdos. Me marché abandonando todo. El amor, la libertad, el optimismo, el valor, la virtud, la paz y la verdad, me elevaban para salvaguardarme en mi travesía insospechadamente aventurera.
Me barajé entre los de la tribu y ellos me esperaron perpetuando mis sentidos. Me miraban, como si un poco de esa extrañeza llegara a ser contacto con sus débiles cuerpos, y pudiera integrarlos a fin de llenar sus sucias y condenadas vidas vírgenes de esencia.
Me sentía dios y alabado era entre los hombres que por sustraerse a las leyes reinantes esperaban la palabra, y no se conformarían con una nueva utopía verbal, tenían en mente algo nuevo que les quite el sueño, algo impresionante, sustancial, que los tome por distraídos y los queme desde adentro, que los haga olvidar, que los haga partir hacia la locura, y eso anhelaba yo también, nuestros interesen tenían parejas relaciones en la conciencia y así me dirigí a la cúspide ya como un líder hecho y derecho.
Me dirigí al altar y sobre este todavía seguía el cuerpo muerto del antiguo gobernante. Hice ordenar el entierro, me senté en el trono y lo hice mío sin mayor conciencia que remordimiento. Pronuncié un breve discurso improvisado para los ministros, y me hice sentir bravo hasta que abandone la cúspide. Tan pronto como hube de hacerme público en el palco, anuncié mis condiciones.
Durante los primeros días me regocije en la isla como turista con dinero, descansé en las playas, comí indiscriminadamente los frutos de sus huertos, bebí insaciablemente de sus licores, y transpiré todo el sudor urbano que había traído conmigo. Pronto, cuando lo creí conveniente, me puse a trabajar como es debido, como gobernante. Recogí una pluma e hice anotaciones en un margen de mi libreta sin demasiado detalle, analicé sus comportamientos, y a menudo que observaba decidía y lideraba.
Pero la larga espera que la metáfora poética de mis actos les estaba proporcionando, terminó cansando a mis súbditos ansiosos, y sus rostros empezaron a mostrarse desconfiados de mi libertinaje. Ya demasiado había hecho yo por sus débiles vidas, desde el análisis mismo, desde el sentimentalismo mismo que ellos inmediatamente no comprendían, pero que estaba seguro encontrarían razonable. Ahora esperaba un cambio de conducta, de ellos, porque lo merecía, y lo logré de la forma más inverosímil, me negaba a dar un paso hasta que aquel prejuicio general se desmoralizara.
Esperando siniestros al asunto, mi prejuicio me llevaba, a las anchas, a descifrar que pasaría en mi pueblo, y ellos se miraban ya como cansados de luchar, frustrados y desesperanzados. Vi en sus ojos ganas de destronarme, pero ya estaba yo diagramando mi plan maestro.
Pronto esperaron las palabras, y pronuncié un discurso con lágrimas en los ojos, me sentí realizado y esperaba lo mismo de ellos. Al cabo percibí que me ignoraban, al borde de la desilusión constante, el país y la falta de sentimiento, fue que me hice un matutino especializado, me había equivocado de rumbo.
Con el tiempo se me reconocería un estilo único, y es que tanto las obras de arte como la misma perfección, se lográ con el tiempo a raíz de una adaptación que cuesta entender, y que suena incómoda a lo establecido en tiempo y forma.
Puesto que la vida es imprevista en los mejores de sus momentos, en el umbral de la jactancia comprendí el mal karma del ser humano, y con el tiempo les parecía yo un bufón y no un líder. Me empezaron a ignorar abruptamente para no merecer la palabra, y ya sabía yo menos de estilos que de condiciones. Me dispuse a ganarme su confianza, y la primera medida fue darles un poco de color a sus vidas. Me reconforté en la tina, e hice que ampliaran la fuente, yo mismo me dispuse a colgar adornos estridentes sobre los árboles de la reserva, construí nuevas casas e hice que pintaran las viejas, inauguré un festival que debía celebrarse a diario, algo barroco, reagrupé a las orquestas y decreté que se hiciera música todas las noches. La madera fue piedra de la noche a la mañana, y en tan solo un año teníamos una fortaleza construida, habríamos podido controlar a las lluvias, pues yo sabía como creerlo. Pronto hice que mis bailarines me mostraran un paso nuevo por semana, y este último me llenaba, me saciaba, me desbordaba, lo destaque y se convirtió en el ritual de la lluvia que deseaba conseguir.
Pero así sus malestares se mantuvieron ocupados, y disfrazados, ellos me condenaron, y no hay peor condena que la de masas.
Atrás mío se gestaba una revolución basada en las mismas palabras que yo había pronunciado.
Me lo creí de burla cuando me contaron el chisme, y más hice yo que pagar tributo a sus insolencias con bondades.
Mi territorio ganaba espacio, y el orden estaba ligado al progreso edilicio y en la conquista. Pronto comprendí que estaba solo, y me sumergí en un proceso personal por salvaguardar mi orgullo y condiciones determinantes.
Me destronaron a la fuerza justo antes de que planeara salir en busca de nuevos horizontes, pero no me fui solo.
En las parejas situaciones que la experiencia de vivir me ha dado, pude reconstruir mi integridad y hacerme un nuevo territorio, aunque personal, pero manifestado en magnifica perfección a mi intereses particulares, al borde de una locura justificada por el fanatismo, en perfecta armonía y pacificas extensiones de optimismo. Justo cuando la cúspide se desmoronaba al afrontar un nuevo cambio, se me redujo el mundo a un solo signo que me demostraba que el carácter contemplativo a veces es mas intenso que el bienestar general, pues lo único que importa es el entorno, aun así sea una cuestión de intolerancia. Quien puede adjudicar que se trata de intereses particulares cuando las relaciones sociales están basadas en el amor, la libertad, el optimismo, el valor, la virtud, la paz y la verdad, dispuestas de manera tal que se perciba como una simple aventura.