Insanidad

El grito de socorro se sintió tan fuerte que me sobresalté aquella noche. Me paré, abrí la ventana y corroboré, tan rápido como pude, que provenía de mi conciencia.
Sobre el diván se hallaban mis escritos de vida, sobre la mesa la pistola, escribí unas líneas por inercia y sentí que toda mi vida se disolvía en una palabra, Muerte.
Bajé las escaleras y deambulé sensato pero intrigado, aumente mis miedos con la bebida y la daga ya me rozaba el cuello.
A simple vista estaba perdido bajo las garras de la mentira, y me consolaba ser llamativo, aunque ya no lo fuera, me ayudaba ser gentil, pero había perdido la humorada, me entregaba al trabajo, pero me aumentaba las inseguridades, y la simpleza de mi ser aguardaba el final para corroborar que jamás había existido.
Me recosté en la calle a fin de parecer desamparado, pero mis abrigos caros me tildaron de falso actor, lloré y patalee pero nadie me escuchó, mi consuelo no encontró amparo, lo poco que podía decir ya, estaba grabado a fuego en el lomo de mi pistola.
El final inconcluso siempre fue palabras mayores para mí, y lo era más en este momento. No me sirvió siquiera entender a la Biblia como al más importante tomo de los evangelios apócrifos, no recordaba ya al amor de mi vida. Gatillé pero ya no tenía balas, me arrojé hacia el barranco, pero mi cuerpo tenía el peso de una pluma, me apedree una mano pero no sangraba, intente colgarme pero no había soga, me arroje al mar pero rabioso me devolvía hacía la orilla, me venció el cansancio y me dormí sobre la rambla, soñé con una figura y recordé y me abrigue en su aura. En ese instante sentí su mano cálida, me sostuve en ella y aprendí que el nuevo testamento vale más por ser presente que por su contenido mismo, y mi historia era también bíblica ya, estaba a tiempo de escribirla. Llegué a mi casa y desperdicié balas en mis poemas sin sentido, me despojé de mis atuendos, me esperaba en la puerta y nos fuimos de la mano, corrimos desnudos al río, hicimos el amor y acabé entre sus pechos, salió el sol y lo viví pleno, nadando se acercó el optimismo, la sencillez y la humorada e hicimos una orgía. Ya todo dejó de importarme, dejé mis vicios pasados y bebí el licor de la ignorancia con gusto. Sentí en grado máximo a un dios que no conocía y se fusionaba con el diablo como Abraxas, mis temores se disolvían en su amparo, y aquella presencia me simplificaba el camino.