La ñapi a mamá. Que sea tuya la generación.

Apetito por la destrucción en un sentido ambiguo y tolerable. Una joda de rutina para los normalistas, un no me vengas con tu tristeza que ya bastante tengo con la mía.
Y te tengo una buena noticia que va a llover tantas esperanzas como odios, habíamos estado tanto tiempo callados que entendimos lo que se siente ser privilegiados en el silencio. Ahora, que nos llegan lo masteres en indiferencia, nos convertimos en poetas malditos. Somos la peña de vocecita débil que lo intenta muchas veces y de veras porque nunca tuvo eso, que le dicen la cuestión, y quiere respuestas propias. Que se calla un tiempo para ver quien sobrevive al químico y se nos une para seguir intentándolo. La que se juega, porque la que se la banca se quedó en la banca. Aunque nos cueste encontrar el rumbo y caminemos todavía como vos, borrachos y eructando, sintiéndonos héroes grasientos pero reconociéndolo.
Cada vez nos parecemos menos, porque la masa discrimina fulero ahora y nos dimos cuenta que la alegría no se compra sino se gana, y se aburre de la gente que la pasa bien con lo que queda y se sigue divirtiendo sin saber que está celebrando. Para esos manejamos a la perfección una mueca, que ellos mismos conocen muy bien, y que los deja calentitos con ganas de irse a la mierda. Porque no pueden decirnos nada porque realmente no entienden nada.
Acá estamos de vuelta y nos hallamos emergiendo. Estamos escuchando, leyendo, interpretando y contando otra historia. Somos fieles a lo nuestro y tradicionales a los que queremos con locura estética. Nosotros no mamamos, y si lo hicimos lo transformamos en códigos malditos. Ahora sacanos la ficha si podes.