La Religion

"Esta es una historia ficticia, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia"
(1)
Nuestra historia comienza aquí, en las ruinas de la ciudad de Pompeyo. Una bella ciudad, pero fue cubierta por una gran erupción volcánica. Esta fue provocada por los dioses, según cuentan los ciudadanos; y como verán muy equivocados no estaban.
Hace varios días los valientes habitantes de la oscura fortaleza de pandemonium se encontraban muy pero muy nerviosos. Los rumores indicaban de una gran incursión hacia el corazón mismo de la tierra, para lograr derrotar al demonio llamado por los mortales como “Dios”. El plan del ángel de la oscuridad, según contaban los lugareños, era muy ambicioso y sencillo. Pensando que “Dios” desterró del paraíso a los humanos, el podría llegar a gobernar sobre la tierra desterrándolo de sus fieles. Aunque luego eso no ocurrió así de sencillo.
Luego de miles de preparativos y de grandes discusiones, que algunas lograron terminar en peleas entre los grandes generales de Lucifer, partió la expedición para la “nueva opresión” de los habitantes de la tierra. Había gran descontento en el ejercito oscuro, pues, nadie creía conveniente hacer un avance tan decido sobre los terrenos de Dios. Pero ahí, es cuando aparece el carisma de un gran líder y envía a la carnicería unos demonios sedientos de sangre y de tranquilidad. Por que para los demonios no es solo asesinar, ellos desean por sobre todas las cosas, estar aislados de la realidad; logran tener un hermoso concepto de la soledad y realmente llegan a ser felices. Pero jamás iban a negar el llamado del señor oscuro, que gracias a el, tienen cientos de años de paz.
Uno de los guías de la fortaleza de pandemonium se adelanto y voló a toda prisa hacia el reino celestial. Le contó sobre la gran incursión de demonios hacia la Tierra a San Pedro. Luego de escucharlo, le cedió una entrevista con Miguel y este le comento a Dios, o al menos así lo escuche yo. Luego furioso por tal acto de maldad, Dios decidió enviar a cada ángel que pudiese portar un arma para enfrentar a las oscuridades del infierno. Para demostrar tal seriedad en ese acto, envió junto a todas las fuerzas celestiales al Arcángel Gabriel.
Al llegar a la tierra, lo primero que pensó Lucifer fue en que la mayoría del plan estaba realizado. Aspiro una gran bocanada de aire de la tierra, la mayoría de los demonios encuentran repugnante el olor a bestias inmundas e inferiores. Pero al Diablo, le encantaba, ya que este seria un nuevo aire. Se acercaban los olores de una nueva crisis religiosa, donde su imagen se alzaría como la de un héroe, condenaría la imagen de Dios en la de un ser vengativo, asesino y demente. Al menos, muy lejos de la realidad no estaba; hizo la mayoría de las cosas que pensó a los humanos, desterrándolos, condenándolos y castigándolos, tan solo por morder una fruta. ¿O acaso esa fruta la quería dios solo para el? Eso es un pecado capital, la codicia. Luego de ese pensamiento emitió una carcajada furiosa.
Al cabo de unos pocos minutos, se abrieron las nubes blancas y bajaron cientos de Ángeles. Por cada agujero se colaba un hermoso haz de luz brillante e hipnotizante. Los Ángeles descendían vestidos con grandes armaduras que les cubría todo el pecho y les llegaba hasta las rodillas. Hermosos yelmos fundidos en los mejores hornos celestiales. Además del gran estandarte, una espada invertida. Tomaron posiciones muy rápido en una sencilla formación por sobre el cielo. Táctica básica, ya que la mayoría de los demonios no vuelan y muchos menos con la agilidad de un ángel.
Los demonios chillaron de terror, pero ese sentimiento se desplazo muy rápido por el de éxtasis, ansiaban desgarrar y saborear esa sangre deliciosa y angelical. Se separaron lo más posible, otra táctica básica, ya que un demonio necesita de gran espacio para luchar eficientemente. Cuando de pronto avanzo un enorme ángel con una armadura de color celeste. Se alejo de su ejército en un hermoso vuelo triunfal, colocándose a la misma distancia de ambos. Al ver eso, Lucifer avanzo hacia el.
-¡¿Qué deseáis en nuestras tierras?!-Pregunto furioso el gran ángel.
- Solo lo que es nuestro, o gran arcángel- Respondió Lucifer. Al finalizar la respuesta, el Arcángel extendió unas enormes y deliciosas alas. Las plumas eran doradas y encegecedoras, cuando las reflejaba la luz solar.
-¡Si no os marcháis de inmediato, la furia de nuestro señor Dios, caerá sobre vuestras asquerosas cabezas!
- Gabriel…- Comenzó a decir Lucifer, pero El arcángel desenvaino su espada y amenazo a Lucifer. Con eso comenzó la épica batalla.
Todos los Ángeles picaron hacia las columnas de demonios, colándose por los grandes agujeros que presentaban la formación y apuñalaban por la espalda a los despistados demonios. Esa fue la primera movida de las fuerzas celestiales, como dicen, la guerra es un arte, hasta que comienza la batalla y luego se convierte en frenesí y luego en desolación. Uno de los Ángeles paso a toda velocidad por el costado de mi cuerpo y continuo, así hasta dios sabe donde. Por lo pronto uno de estos pequeños Ángeles, se coloco sobre la espalda del demonio que me continuaba y empezó a apuñalarlo con furia. Los chillidos de dolor y los gritos de consuelo son algo que me quedo de esa batalla y jamás podré olvidarlos, siempre que cierro los ojos me vuelven esas terribles imagines. Al oír a mi compañero sufrir, estire mi brazo con gran celeridad y pose mi gran garra sobre su pequeño cuerpo. Comencé a comprimirlo, a oír su desesperación, a oler sufrimiento, a saborear su sangre, a tocar sus huesos y a ver la muerte frente a mis ojos; salvo que yo era la muerte de este pequeño ser. Cerré mi puño y descuartice a este ser, luego lo desplume y lo saboree en el fragor de una batalla.
Lucifer por su parte, entablo una batalla personal con el llamado Gabriel. Este gran arcángel era más fornido y rápido que lucifer. Pero nuestro señor jamás demostró miedo, ni siquiera cuando escapo de los cimientos del reino de dios, expulsado por ser más bello que el mismo dios. Era una pelea terrible, la espada dorada chocaba contra su par oscura y en cada golpe destellaba una gran luz que luego era consumida por la oscuridad.
Luego de días de batalla, en los que la matanza jamás ceso. Los Ángeles caían muertos a miles, pero siempre tenían miles de refuerzos. Lucifer llego a pensar que Dios estaría matando a miles a través de desastres naturales, para poder contar mas Ángeles a su servicio y enviarlos a la batalla, ya que dios jamás puede ser derrotado, es un ser superior y mas superior que cualquier otro ser denominado también: Dios.
Pero al día seis de batalla, a las seis de la mañana y al minuto seis. Lucifer dio una estocada letal a Gabriel, que cayo en picada al suelo. Antes de que se lo devoren los demonios lucifer aparecieron y le clavo su espada en el pecho y le ofreció una tregua.
-Gabriel…- Lucifer sonrió y removió la espada en el vientre de Gabriel, este grito de dolor. –Ríndete, retírate a la paz eterna del reino del cielo y así perdonaremos la vida de estos miles de Ángeles.
Gabriel observo a sus tropas, al hacerlo, lucifer que no tenia un pelo de tonto le dijo lo siguiente.
-Mira tus tropas, son un montón de niños que no pueden ni volar correctamente. Muchos menos enfrentar a grandes demonios de las mas oscuras profundidades del infierno. Retiraos y todos serán perdonados, quedaos y morirán.
En ese momento una gran voz se coló por todos los rincones y se escucho por todos los poros del cuerpo, ya que esta voz no venia de una dirección, sino, que se escuchaba en la mente de cada uno.
-Quedaos con la tierra. De poco servirá, ya prepare unos nuevos seres perfectos. No como los humanos- Era la voz de dios.
Lucifer retiro la espada del vientre de Gabriel y le tendió la mano. Este la rechazo y voló hacia las mayores alturas. Allí descansaría de nuevo por toda la eternidad, a menos que la opresión vuelva a amenazarlo.
Al retirarse los Ángeles, los demonios asistieron a los heridos y enterraron en las piedras mas duras a los muertos. Limpiaron la sangre oscura y espesa de los demonios y marcharon hacia las tinieblas infernales.
Me acerque a lucifer, para saber más de sus planes. Me contó que lo próximo era procrear con una humana y denominar a su hijo, “El hijo de Dios” y que el fomente su palabra en todos los buenos sentidos. Luego los mismos humanos arruinaran esos buenos sentidos y caerán sobre sus propios deseos pecaminosos. Y en ese caos que se convertirá el mundo, habrá miles de muertos por guerras religiosas, los sacerdotes serán codiciosos, los santos genocidas y la institución religiosa una farsa que solo funcionara para los intereses infernales. Los pocos que se opongan serán condenados por pecados inventados por los mismos pecadores. Así de sencillo es corromper a estas criaturas inferiores.
Todo este sufrimiento y caos para que jamás se olvide quienes son los dioses, ya que cuando se los olvida, estos mueren.