Hazte fama y échate a dormir

Percibió la cúpula y apenas en la limitadísima línea de visión que los tratos innecesarios le permitían tener, se dejó llevar por aquello que buscaba.
Impaciente se acercó y acarició eso que a penas percibía, sin anhelo ya, alguno siquiera, permitido por su religión de vida.
Y surfeaba la galaxia de lo incondicional de las relaciones sociales, lo suyo era piel.
Castigado se vio por la timidez y se desentendió entre la multitudinaria con estilo, como sabía hacerlo, pero ello le dejaba mal sabor de boca, y no obstante le serviría para planear las revanchas al sopor.
Los rizos eran ahora centro de dulzor. Perpetuó la atmósfera con habilidad, pero el tiempo era ladino y tuvo que obviar detalles a menudo importantes. Cualesquiera hayan sido planeadas, las estrategias no eran necesarias, ya que la triste mueca del bostezo iba corroborando sensibilidades al mismo tiempo que destrozaba superficialidades, y todo tan gris, todo tan difícil.
El cruel destino se aliaba con el tiempo y el espacio, y se me depositaba en forma de cruz cual episodio bíblico, pero las fuerzas me consideraban interesante, mi estilo fue reconocido, y fue la mueca más lastimera, más cómplice, la que me llevo al estrellato, y eso que tanto buscaba, ese pelar amargos planes, eso de cargar la culpa y el estrellato, ya se disolvían en un simple y conocido slogan. Hazte fama y échate a dormir.