Si, dale, tá bien, un beso.

Sea o no sea parte de la solución de momento, me aburro de todo lo que me satisface conocer no sin otro propósito que encontrarle un significado perturbador a la normalidad. Quien quisiera reconocer que todo esto es parte de un complot, y yo soy tan solo una parte lo que significa ser la alienación de los fraternalmente aburridos.
Pero aquí estoy superándolo otra vez porque las cosas son tantas que no nos alcanzan los tipos de órdenes, que significamos cada uno claro, para organizarlo todo. Ahora nos invade la curiosidad.
Pero petrifico mis emociones no porque quiera ser parte del historial de inseguridades latentes, sino porque me avisto en la irregularidad de un asunto que no comprendo del todo bien pero me hace olvidar otros miedos.
Últimamente me siento un tonto, pero me aburro de escucharlos hablar. No logró controlar la concentración pero sé que escucho con mayor atención. Logré darme cuenta de que se trataba tu egoísmo cuando esperabas que yo hiciera que hablara de otra cosa para que evitar sentir la culpa de no querer hablar de eso al respecto. Y así y todo no me siento satisfecho, y que me queda.
Ahora hago al disculpa pública, ya va,no te apresures. A mis amigos de siempre por ser como son, por dejarme jugar mi mejor carta y por haberles dedicado más de lo que podía de mi tiempo. A los que me están conociendo por encontrarme encantador y confiable, lo siento, no es que sea un buen conservador, simplemente tengo mucho tiempo. A mis amigos olvidados, quiero decirles que no es que no los eche de menos, sino que los hallo extraños como quien no quiere ver la luz en la oscuridad. Y a los que vagabundean por ahí, gracias por hacerme brillar.

Mufa, dos compaces y contando.

Se trata de estar tan cerca del borde que permitírselo justifique nuestro andar. No todos estamos curtidos por la misma confianza, pero no darse cuenta de cosas que para uno son fundamentales forma parte de tu psicología de encuentro.
Y sin embargo, salir airoso no es tan fácil a no ser que la vera del ultimo consejo sea tal como la pastilla se libera.
Pero por qué me cuesta tanto la sociología. Por qué el ordenar de mis trucos, es tan cómplice de mis desencuentros.
Es que así como me cuesta pensar en una situación favorable, favorezco al secuencial conflicto de mis conquistas. Ya se que ser pretencioso no es lo mismo, pero nadie esta muy seguro de lo que le concierne, y mucho menos de saberse loco como pretende.
Aun me siento advertido como quien quería abordar el llanto, y me hallo desconfiando a la vera de tu encuentro.
Ahora sé estar ahi para todos en lugar de ser uno con el mundo. Pero cómo me banco este silencio.

Esas palabras no agotan el tema.

Todo lo que vuela alrededor tuyo es factible de convertirse en polvo. No es casual que me lleves a las letras. Justamente porque quizás mis métodos de preferencia, tiene que ver con la cantidad de imágenes que nuestro diálogo generará. Tampoco es real, ni por asomo, que deje de presionarte para sulfurar esas palabras que me gusta oír en tu tono de voz.
Lo chato sin fundamento predomina y es ley. Algo que siempre esquive, pero vi con recelo de conquista, en aparente disputa con eso que se conoce como saber ser adolescente. Ahora creemos la trampa.
Necesito estar en todos lados. Necesito leer todos los libros. Escuchar toda la música, por si acaso me increpan, saber con que disculparme. Admiro a los que te hablan sin saber para decir, o sin tener que para contar, pero lo siento, no prevalecerán.
Y todo suena tan adolescente ya, que me cuestiono, apenas sin conocer lo que será un futuro promisorio, las pautas a las que debería o no adherirme en caso de querer seguir siendo yo, el mismo.
En toda situación me enfrento al contenido con vacío. En todas y cada una, abordo la locura como solución al fatídico aburrimiento.
Pero algo de pretensión hay en el mismísimo aburrimiento. Y vos me decís que no te aburrís nunca, y yo no adhiero sino porque no puedo concebirlo. Con qué más vas a sorprenderme ahora que se de que se trata. Eso de querer ser uno mismo. Eso de sostener los gestos y ligarlos a una estética. Eso de abordar un contenido, adherirle un concepto y codificarlo. Eso es ser pretencioso.
Y ahora te noto lejos. Abajo, un poco a la izquierda. Como queriendo resplandecer. Como queriéndolo todo representar. Como pretendiendo ser yo acaso. Pero siendo ese yo que yo queriendo dejar de ser estaba.
Absurdamente comparto las teorías de los que analizan sin fervor por miedo a impregnarle importancia alguna. Y el silencio es tan ladino.
Juzgo y me veo ante la gente, con el miedo que simplifica lo que yo veo que la gente articula cuando se mueve por ahí.
No obstante resuelvo, siempre esperando porque la lista de espera es larga, todo lo que concierne a bellezas exóticas que no serán sino meros recuerdos. Dedicándole de lleno, un epígrafe a lo que se siente proponerse a descubrir nuevas especies en extinción.

Similitudes entre el deseo de compartir una charla y esos ojos que vi pasar ayer

Estoy condescendiendo respecto de aquello que afirma que lo que nos inspira es siempre eso que sabíamos que estaba, pero que aparece hoy de otra forma menos llamativa.
Las palabras tienen idiomas que le dan significados. Los sonidos fueron antes de que se los aprendiera a nombrar. Pero la inspiración, la que nace en el éter como la que no, es prófuga de concepto siempre.
Mis amigos los músicos y/o teatreros, sufren una soberbia que les agudiza, aún más, el oído en condición de ser oídos y sus ojos en condición de telespectador. Están en esa que se lleva con la novedad. Poniéndole el pecho al cuerpo. En el detalle de su imagen, del que dirán y de otras disciplinas en nupcias con la estética. La habilidad de estos radica en ser del espacio.
En consecuencia, por ahí porque no les queda otra pero con ganas de animarse se arman, mis amigos los dibujantes y/o cuentistas, o peyorativamente ilustradores y/o escritores, son casi los mejores conversadores.
Las formas les interesan menos que los gustos. Son un tanto recopiladores y otro poco fabuladores. Ornamentalmente observadores e imaginativos, pero permitentes e inseguros. Inconstantemente sugieren a sus modos, antonimias a la empatía. Dedican su periplo a pleno tributo.
Al margen de todos existen los cambalacheros, otros de mis favoritos, que se hallan en el medio de todos los artistas por limitarse a convertir las artes en meras ilusiones.
Son los encargados de ponerle música a las sonrisas. Serpentean las vicisitudes generando dudas que delatan sus trayectorias. Pero no hay mejores compañías que los simples cambalacheros.
Aquí me sumerjo de nuevo en la necesidad de tristeza. Reorganizando el orden para que parezca un accidente. En posible disputa contra los intereses particulares. Cuales sean, pues la limpieza espiritual se jacta de deshacerse de lo ampuloso al respecto.
Que tan difícil es eso a lo que llaman vida. Que tanto habrá que llenarse de preguntas para que surjan las respuestas.
Somos parte de un abismo. Uno que se entera de que vive en un mundo, que de infierno tiene mucho, con gente que se promete un cielo que funciona de guía espiritual omnipresente.
La suerte está echada. El nuevo truco es la morisqueta. Somos parte de un conjunto que no tiene sustancia fuera del análisis sociológico, y nos equivocamos pretendiendo crear percepciones extraordinarias.
Ahora presentamos otro síndrome producto de una mala semilla, porque la negligencia y el no fácil, deberían ser cosa de este tiempo. Soltar un SI dubitativo, para generar sorpresa con un NO frente a la insistencia, es peor aún que callar abruptamente.

People who look people

En el día en que todos los que te rodean se mueran de envidia, se alarga un juego de jefes y sus peones que se evitan por creer que nos identifica la intolerancia cuando justamente es todo lo contrario. Se escribe mucho por estos lados. Mucha poesía poco sincera. Hay quienes lo hacen al respecto, y casi sufriéndolo, acerca de aquello que nunca quisieran ser y como se verían, sin embargo, si lo fueran. ¡Pero que descaro! El desprecio es infinito cuando pasa por, quien sabe cuantos, cables de unas anchas de lo más bandas.
Creo, y analizo a saber que nunca fui sino un molesto que nadie sufre por desprecios adquiridos con leyes antisensoriales, que lo que nos sucede siempre actúa en consecuencia de algo a lo que respetamos mucho. Si no te mira, y eso sin embargo sucede, no imagines.
Lo peor que vi en la mierda de vida de la gente desgraciada, incluyéndolo al rey de la paranoia, su olor a mierda y su puta costumbre, es besar y lamer esas lenguas que infinitamente nos pertenecen. Pero te comprendemos. Sos el emperador del mal porque sufrís esa maldición de la que no podes salir sino siendo el más malo de todos. Ya te conocemos. Siempre andas en la misma, pero ahora tenés más palabras para elegir.
Las personas no cambiamos mirando de reojo y dando rienda suelta a nuestras angustias con derecho a generar simpatía en base a nuestros desconsuelos desafortunados. Hace falta verse un poco más a los ojos para darse cuenta.
La vida en ruinas. Siempre soy mejor que vos. Por ahí la realidad no me favorece, aunque la sinceridad me precede, pero estoy acá. Te veo creer que sabes lo que me está pasando. Arrodillado llorando lo que de verdad me entona el vicio hacia lo desconsiderado.
En pos del trono me vendiste la humildad, y me juraste que no lo harías cuando entendías que, siendo mejor que yo, no merecía el respeto. Por qué tanta insensatez. Por qué la congoja ante la mentira. Nunca hiciste nada. Lo siento y sin embargo sincero que te quiero cerca, porque siempre es momento de que me digas todo cuanto antes.