Días de radio

Húmeda y suave ha de ser tu langosta como el pelo que la oscurece. Perfecto vientre voy a ver si los ojos son pocos apenas con poseerlo. Es que hago mi orgullo ante ti y tú no lo niegas. Haces mío el legado de sonrisas en la mañana, el recuerdo de tu olor y esos azules de terciopelo que extrañe horrores.
La banda que tropicaliza tus formas acechan mi consuelo. Es que me veo con tanta desconfianza que atino al suelo, ya pues acaso te interesa el envase menos que mis métodos y mi silencio.
Que tonta y perspicaz sos que todo lo vivimos al límite, siendo la soleada maravilla de esta vida cuando te tomo por detrás y sueño que te beso.
Ahora ya se de que se trata tu agonía, tan mía no completa todavía. Solemne estirada sobre mi cansada astucia, es que veo los toscos abrazos cañaverales. Puesta en escena la sencillez, siempre y con la frente en alto, el esquivar de tus ojos y los cachetes sonrojado como ha de ser.
Asústame con esas piernas que perdonaré todo, y aunque cambies recordaré como ninguno, aquel exterior que endulza tus tristezas.
Intentando despegar, es que me despido de la palabra, pero pretendo honrar mi vida con atisbos multicolores, pues pronto llegará el día que todos comamos de nuestros perdones.