Vení y probá

Esta permitido que indague en tus prominencias
Es normal que aflores primero tus incontinencias
Es vicio muy pronto el hacer de la lengua
Es ley que sea yo el jinete y vos la yegua.

Cosas que te pasan cuando estás vivo

En la piel del renacuajo, entrego horas de diversión absurda en palabras cómicas que cantan la vida de una desgracia por merecer.
Y en una de las conspiraciones más a menudas, mi cerebro se destapa de ambigüedad por todos los recovecos del absurdo, y sin pensarlo dos veces, atestigua defendiéndome de un complejo literario que trataré, no me encerrará en lo modesto del lenguaje. A saber, hacer creer que somos parte, por derecho adquirido y rasgos en penumbras de una pobre imitación, de una tribu en desuso, también es ser snob.
La ley de atracción, punto aparte.
Complicado ser un poco lo que ellos pretenden. Complicado estar en un lugar cuando la mente está en otro. Pero es que no existe una empatía para todo lo que implique el rastro que deja el corazón. Y si vamos dejando cabos sueltos, y si ponemos en tela de juicio todo lo que nos pasa, es porque nosotros tampoco logramos comprender de qué se trata todo esto. La paz, esa que no se busca en la fragilidad de un amor infinitamente correspondido, sino en lo que asegure, como en etapas místicas de un poderoso reflejo del descanso, el pasar de un buen momento. Está condenándonos a seguir caminos sinuosos en donde la tortura se hace flor de piel, y en donde la intranquilidad es parte de nuestro accionar producente.
Somos cómplices de que existen, en demasía, las palabras que ejemplifiquen el desarrollar de buenos momentos. Somos testigos, lo venimos siendo desde hace mucho. Hemos perpetuado la filosofía melódica del romanticismo hasta convertirla en una psicología, quizás hasta estas alturas de forma inversa. Hemos adquirido el sentido y creado una formula que tiene que ver, y está muy de acuerdo, con mantenerse a la vanguardia pese a que siempre se trate de lo mismo. Pero reconozcámoslo, nos gusta.

Men sana in corpore sano

Alicia desenvolvió su herramienta de trabajo con mucho cuidado antes de que llegara su nuevo compañero de aventuras, y al terminar tomó su merecido baño.
Mientras lo hacía y se observaba, un sinfín de detalles condenaron sus impulsos a tono desvergonzado, como siempre le pasaba en tales ocasiones.
Tanto como su estética le convenía, y habiendo dispuesto a sus minucias psicológicas, las estrategias que la condenarían al trono, se secó la piel que la envolvía de forma enérgica.
Como de costumbre se aprovechó del sofocante reflejo que le devolvía su imagen tan de a ratos onírica. Deslizó sus piernas por la prenda y contempló como iba curvándose la tela cuando el vacío iba siendo cubierto. Enderezó su columna bruscamente sólo para cuantificar los segundos que producía el movimiento de lo que, sujeto a las leyes de una física propia y absolutamente única, sólo se movería de su cuerpo, y calculó con cuanta ventaja contaba entre las muchachas que recordaba. ¿Pero sería posible?
Excitada por la sola contemplación a merced del descubrimiento, y pautándose el orgullo por encima de la duda, desgranó un conjunto de planes al respecto. Al verificarlo por última vez, relacionó la fuerza en vano que tuvo que hacer para lograr rodear su espalda, con el nivel de impacto que lograría con sus cometidos.
Sonó el timbre y no pudo encontrar mayor excusa que la duda de su primer cliente. ¿Qué pensaría de aquello con lo que la naturaleza la había premiado? Quizás era momento de averiguarlo.
Andrés se endureció antes de terminar de contemplarla. Escupió sus incontinencias antes de poder tantear para corroborarlo, y dio paso a su vergonzosa higienización antes de proyectar una disculpa a sus involuntariedades. Metió ambas manos en sus bolsillos y las llenó de lo que tenía para ofrecer. Se sentó a la mesa esperando que la mismísima divinidad ordenara pedírselas, y cuando estaba dispuesto a hacerlo, una treta inesperada lo llevó a pensar que quizás no tendría que disimular con ella. Aunque no estuviera en posición de asegurarlo.
La verticalidad de la situación se traspiraba sin necesidad de preámbulos. Ya parte de un conjuro, habría sido preferible ser devorado antes de pretender la explicación de aquello que incomodaba. Al fin y al cabo las comparaciones eran inevitables.
¿Pero serían posibles tales diferencias? ¿Cuánto habrán arriesgado en sus factorías para que su producto alcance tal excelencia?
De pronto el ardor se hizo irrefrenable. Quemaba tanto y era tan abundante que sus manos no alcanzaban a cubrir todo lo que él intentaba desmentir. Aquellas mismas manos que habían sostenido, sin derrames, la cantidad con lo que debía no solo remunerarse, sino también disculparse.
Pronto entendió que una vida digna vale lo que vivir gloriosos instantes, así sea el más corto de todos de aquí en adelante. Que vale más que mil consuelos, y que tiene el peso de cien desvelos. Entendió el valor de los bienes verdaderos, que sus dotes no eran de carne sino de fuego.

Pequeño preambulo acerca de como entibiar las emociones latentes

Ahora soy de los ecos que retumban en lo más recóndito del alma. Porque de haberlo sabido antes no hubiese necesitado de mortales, por la incomodidad que resulta cuando no la ilusión que generan, despiertes de conciencia.
Y ahora siento que vale la pena sacrificar un poco los minutos para entender de que se sirve las explicaciones para recomendar las acciones.
Cuando camino a paso apresurado, el viento parece desafiarme a que me entregue al desgano de la espera, que no es absurdo. Al fin y al cabo no todo puede ser inmediato. Pero si menos lo pienso, más se desdibuja eso que no quisiera contar como procedimiento de logro.
A saber, si los placeres fueran tortuosos, nos haríamos una vaga idea de lo que conllevaría, y el proceso sería sufrimiento.
Necesito un remedio para la paranoia supeditado a todo lo que agoniza dormido y a lo que no doy racimos de insolencia que necesito.
Hay personas que pueden lograrlo si solo si un espectro de voluntad se haga presente. Confirmado el paso y a gusto con los espectadores, me dispongo al servicio del entretenimiento.
El show acaba de comenzar.

Bochorno a la elegant!

Pavura por los sucesos que atenten contra todos nuestros consuelos victorianos. Tan cerca ya de esa triple enfermedad por el buen gusto que libera energías petulantes. Triple en fin por que supera nuestros propios mundos hasta el hartazgo en primera instancia, pero nos da la posibilidad de ser congruentes, y nos invita a la animosidad snob, para que, cuando sin mostrar las alhajas, nos demos cuenta que el traje elegante nos reduce talento.
Pinta de azul todos tus desconsuelos, y de rosa toda tu frescura romántica. Que saber ser obvios está de moda porque nadie se toma el trabajo de recordar nada.

Hágase sólo si quiere arder en llamas

Me tolero solo porque puedo visualizar un don que no tiene que ver con ser competitivo, sino más bien con una cuestión vital. Algo me lleva a determinar que el camino es largo pero seguro. Y de tanto pensar que las cosas pueden ser como uno quisiera, podré llegar a descubrir detalles que me ayuden a no caer en la simple ecuación de siempre.
Y trato de resumir mi futuro en una sola frase a interpretación optimista: “eso que hago con convicción me tiene que dar algo para morfar”.
Todo lo que alguna vez creí que sería importante, tiene ahora un matiz diferente, un sentimiento relacionado con la inocencia. Ya pasó mi etapa antibiótica, ahora creo que estoy listo para combatir la gripe de otra manera.
Y reflexionando acerca de todo aquello a lo que le dediqué nada menos que mil palabras, analizo que ser “uno” con todos es la mejor solución para no terminar desmembrado.
Superserie de emotividades. Los vientos son cortos en alboradas de sueños. De capa caída podrá ser efectivo todo lo que sugiera la necesidad de auto competitividad, martirio, o la muerte.
Quiero ser eso que inspiré libertad, para no incursionar en la necesidad tener que trabajar acomodando mi tranquilidad. Nunca más.

Frutillas en compota

Árbol, oja, salto, luz,
aproximación,
mueble, lana, gusto, pie,
te, mar, gas, miradas
Nube, loba, dedo, cal,
gesticulador,
hijo, cama, menta, sién,
rey, fin, sol, amigo, cruz.
Alga, dado, cielo, riel,
estalactita, mirador, corazón.
Hombre, rayo, felpa, sed
extremidad, inslación, parecer.
Clavo, coito, Dios
temor, mujer, por.

Feliz cumple nena!! sos todo ése conjunto de imágenes, sos todo, sos mucho!!..

Te quiero muchisimo!!

Que aprenda que ésto no lo hago con cualquiera

Haz de tu elixir un perdón de recursos ilimitados, y que la alborada de lo imprevisto me aborde hasta hacer de mí un sucio presagio.
Que fructífera fue la divina comedia, que ya puedo imaginar a mi próxima víctima tan humana como quisiera que fuera.
A saber, el juego de los ciegos termina destruyendo lo que alimentamos, y las pautas de lo raro suelen ser el principio de un organigrama que me lleve a determinar que cosas forman eso que me interesa.
Somos cómplices los dos, y al menos se que huyo porque sueño que te amo. Porque todo lo que fui se vio vendido al egoísmo que me caracteriza, formando parte de lo que intentaba condenar.
Que me sirva de análisis para no ser el primer beso el que acaricia los cortejos. Que siempre supe que el amor no era lo mío, que siempre supe que lo sufro con silencio.
Hoy en la noche brilla su heroísmo, pero no puedo dedicarle siquiera unos versos. Más quisiera que no lo mereciera pero lo hace. Cree que entiende pero no se anima a decírmelo, y desencajo la bandera antes de terminar por contárselo.
Soy el factor de error en el programa de los tormentos, y aunque sin saber de que se trata el destino, reconozco que corro con ventaja por haber salido herido. Ahora puedo ser yo mismo en otro envase que me quemará por siempre. Ahora ya puedo intentar interrogarla en mis sueños.

Indicaciones para aprender a cerrar la boca

Viscerales y compactos. Usualmente y en desprevenidas ocasiones nos ausentamos, pero cierto día nos condenó el ambiente. Y esos niños que escriben en el cielo ya nos dijeron todo. Que lindo sería que el viento nos elevase y los ángeles nos brindasen la inocencia.
Elementales al suceso, caímos en la cuenta de todo es para nosotros siempre y cuando nos asegure el optimismo. Curtidos en la generación del sexo, nos divertimos contando nuestras multas como sucesos, y los pelos y dientes que como trofeo hemos adquirido.
Habíamos hecho la mita con los que cantan guazadas. Intentábamos entender el porque de los adelantos y nos maravillábamos con la cosa mostra. Y estaba bien, pero nos obligaron a contarles los detalles a posteriori.
A partir de ahí entendimos que empatamos con derecho y con bronca, pero saber hacerlo es ser inteligentes.
Cultivamos el gen que permitiannos todolo explicar, con razones justas para nosotros, con posibilidad de palizas increíbles. Con un “no se” que generaba motivos para seguir inmersos, con una duda que se llenaba de consuelos.
Y al que te diga que sabe de que se trata, desconfíale. Al que se halla superado, por armas tener, a afrontar el cosmos con un chiste, a ese esquivalo.
Hacete de tu poemas y de tus canciones, anotátelas en un recuerdo, intenta contárselo a los pájaros, y procurá seguir en el intento.

De postre: Sandía con vino

Automáticamente soy tan vulnerable que me identifico con todo para no salir tan lastimado. Me impongo penitencia por querer ser como soy y querer ser un poco como ellos. Por entender las razones que me destacan y que me condenan, y por no tener la entereza para poder defenderlas como quisiera.
Ahora saco conclusiones de porque estoy tan errático buscando un camino que seguir, y no es que solo viva creyendo que todos los tontos son los de afuera. O más que errático estoy incrédulo, pues sé que ponerse a la altura de las circunstancias es gastar pólvora en chimangos.
Y en la ignorancia que me desplazo trato de hacerme una cucha que crece y crece, y que no cede siquiera ante las voluntades personales. Esas que me dejan mudo muchas veces porque es mi habilidad, y que producen ese mal sabor de boca, ese garzo que da ganas de escupirlo.
Pero comprendí ahora mismo lo que es estar loco y creer que estamos cuerdos. Entendí que el concepto de aburrimiento está sujeto a palabras decepcionantes, a una meticulosa verborragia que se mide con detenimientos para no cometer errores, pero que es demasiado y alude a describir lo que no hará falta describir nunca jamás.
Por aburrimiento nos volvemos bestias. Por ser bestias nos tomamos la molestia de ser intolerantes.
Pero tratando de alejarme de ellas, de las que soy comodín por una disposición jerárquica, me doy cuenta que no puedo hacer nada para intentar erradicar la intolerancia. Y asumo que cuanto más lejos de unas, estoy más cerca de otras, y ya mismo estar por encima es quizás insuficiente o imposible.
Ahora mismo no puedo pensar de mejor manera un plan para poder escapar. Ahora soy el gusano y me siento con ganas de callar para siempre. Ahora mismo no quiero destacar. Ahora mismo no recuerdo suceso objetivo que me acerque a las bestias. Ahora mismo no logro acordarme si fui intolerante con los intolerantes.
Pero analizando conductas me hago una idea de lo que es actuar con justificativos, habiendo creído encontrar una salida pacífica solo a través de la psicología inversa. Pero así y todo me cuesta destacar, que estar por encima no es para cualquiera.

Tinta china

En plan de olvidando es que reduzco mi itinerario a la libertad que me proporciona su exterioridad al respecto.
Es que quiero, ya precedido de la comicidad que me caracteriza, poder dedicarle una canción que calme todas sus incertidumbres por hacer crecer el fruto de sus virtudes.
Y en el primero de los interludios recordaré como es que nos imantamos. En el último de los abriles recordaré aún como nos quisimos. En la cúspide de mis triunfos me abrigaré de sus encantos. En el candor de su lecho fabricaré y me venderé sincero. Tan luminoso como la leña al fuego.
Y puesto que no puedo ser yo sin vivir al límite el momento, es que le cuento lo que absorbe sin tapujos. Sin tener el menor cuidado en contarle aquello que puedo calmar con caricias. Y que no se trate de injusticias, al respetar de sus intentos, ganarme el merecer de esos momentos.
Y se que quizás no es este el mejor momento para intentar convencerme de que soy una persona distinta. Soy y seré lo que sienta, pero además soy y seré él que lo intenta. Jamás olvidaré su inocencia, y perdurarán en mi memoria sus sentencias. Pues pintaré al óleo su viva estridencia, y juraré verdades con vivencias.

Ella también se cansó de éste sol, viene a mojarse los pies a la luna.

Pálido adolescer

Cantares de un nuevo despertar, queriendo saber que hay mucho mundo detrás de uno, para darse cuenta que hay otro poco, o quizás mucho, por explorar.
Su silueta dibujada en tinta china. Una ingenuidad ceñida por su habilidad con los gestos, aunque apaciblemente consoladora. Una tranquilidad que trae consigo un sentimiento de destreza, quizás forzada a entender un poco mis viejas batallas.
Y me absurdizo a cada momento, ni falta que hace, pero me satisface el poder lucirme sin ser sentenciado por esas lágrimas ya lloradas totalmente congeladas.
Y como si fuera poco, ya que forma parte de la historia de mis colmos, me apresuro a percibir, de tanto en tanto, los sentimientos que me atraen esa mirada ingenua y despistada.
Ya ausente la describo poco, aunque forma parte de un equivalente al arrullo. Sólo analizo mientras escribo cuan confortable me resulta éste momento.
Somos tan descorazonados los inconcientes muchas veces, puesto que dejamos saber cuanto es que necesitamos el perdón, pero somos tan cómplices de lo que nos cuentan, que nos hallamos en la cúspide de lo tenebroso, inculcando incertidumbres apocalípticas a nuestro paso todo el tiempo.
Y ya su pasado borró las señas que la acercaban a lo oscuro de ese pozo. Y en ese escepticismo falso que la protege, planea no poder sentirse en la necesidad de asestar el primer golpe, sin saber acaso lo que por poco pretendo, reflejando en el vivo oscuro de sus ojos, un pasaje ideal que a razón de tiempo quizás sea la historia de otro cuento.
Y me sumerjo a mis dudas, que es ahora lo único que me importa. Pongo en vises mis antiguos desconsuelos. Practico de cerca la verdadera forma del desconcierto que padezco. Mi espada ya está gastada y ya mismo no se entera, que me faltan fuerzas inclusive para levantarla.

No somos víctimas

El general hierve la sopa diplomáticamente, pone el orgullo al servicio de la silla, y se sienta parsimoniosamente en función de su cuchara.
Hace lo mismo el cantor de tangos. Presta su sentido del gusto al detalle de la metáfora, el placer mismo hecho canción.
Proponle el pingüino la mueca de olvido a su transformación más obvia, se acordará ya muy poco de aquel suceso que lo convirtió en golondrina.
Se jacta de ser elefante, el elefante mismo entre los leones. Se fijan imposibles, se establecen las prioridades y siempre figura en la lista lo que debe pagar, a que precio y en que lugar. El pacto social.
No busque más que para eso tenemos a nuestros agentes. Se nombran a los ministros y uno cree que son tan flexibles que pueden hacerlo todo. Desde cuando tenemos sirvientes, tan fácil nos acostumbramos a que nos sirvan. Las agencias se disponen a las urgencias. Sin agencias no hay agentes.
Buscamos un camino y nos damos cuenta que nuestro pie derecho pesa más que el otro, el prohibido.
Si lo forzamos demasiado nos damos cuenta que nos sangra, y el rojo nos indica que debemos parar. Esperamos el verde que nos da paso, pero nunca aparece sino en el pasto que olvidaremos siempre y que no osaremos manchar.
Nos ríe la naturaleza ese rojo que nos implora hagamos merecer. Nos acordaremos de el y de ella cuando todo se halla ido al infierno.
El amor entre las nubes, la carta magna que nos condecora ya jerarquizada. Se remata y ya tengo los bonos necesarios. Ahora váyanse que ya me sangra la nariz por la excitación.

Buenos Aires cara de piedra

Los mirábamos y algo sentían que decían. Repudiaban con la mirada lo que a sus mentes les incomodaba. Oídos sordos y cara de póker para lo que identificaban como penitente. Legalizando el viejo conocido “quién quiere ser el más sonso del grupo”. Realmente nadie que se precie a si mismo.
Como si de Nietzsche se tratará, hacen ese voto de silencio que les asegura no meter la pata, pero que entre otras cosas les otorga la paz de sentirse diferentes sin tener que entrar en gracia para ir a buscarlo o recibirlo. Acordémoslo, ser el gracioso es ser el mono muchas veces. Y ser el líder de un grupo prejuicioso puede ser un dolor de cabeza muchas otras.
Y en esta leve inconformidad, les resumo las premisas básicas de una Buenos Aires de hoy típica, extranjerizada completamente. Una conchetada de las viejas que se pueden permitir porque llevan años entre nosotros, y son tradición, ya que después de todo no son cosas que el tiempo puede curar. Y a gastar pólvora en chimangos eh, que el mundo siempre supo que nosotros somos su culo. Pero sino les gusta algo se van a la mierda enseguida sin avisarle a nadie.
La ciudad y su mueca intelectual nos convocan. A los desconfiados e incomunicados nos pide permiso para después tener que comentar, mediante juicios de valor, lo intolerante que siempre creyeron que somos. Y nos desespera saber que indicio podemos descubrir en sus rictus faciales cuando aparecen.
Admiramos a esos talentos oscuros de una juventud que se acostumbro al estandarte depresivo, pero que manipulaba a sus seguidores con premisas de psicología inversa.
Sigilantes y seguros nos desvelan con mentiras en las que caemos inocentemente. Comprenden la distorsión reinante, y nos manejan contaminando las ganas de organizar nuestras galaxias y el derecho a replica. Si te mandaste una cagada ya estás condenado negro. No hay tu tía.
Lo aceptamos, lo copiamos, lo adaptamos, nos gusta, nos parece divertido. Engendramos ese pánico que nos resulta considerado, y hasta responsable, como propio. Somos condenados pero no estamos del todo seguros de nada. Singularizamos los vicios, no los contamos nunca como la morsa, y nos hacemos entender a los gestos. Insultamos con nuestra sagrada primera vocal y los hacemos quedar como soretes sin mucho preludio, a la elegant.
Y aunque sabemos que lo tenemos todo, nos penetramos la conciencia en busca de una paz que nos asegure las mismas bondades que nos tildan a la larga, y destacan claro, como estetas cliché. Siempre somos lo mismo. Repetimos la fórmula y eso nos conciente demasiado.
Allá a lo lejos, un grupo selecto se ríe de nosotros como próceres. Se jacta de saber la verdad de los números y hace gala de una jerga de caballero insólita. Resuelve sus principios básicos de modo fáctico y rinde culto a la vida epopéyicamente. Intenta salirse con la suya y hace burla incomoda cuando se los interpreta. A todos ellos mi más sincero desprecio.
Un pariente cercano a nuestros modelos oscuros, se halla suspendido entre la vida y la divinidad. Somete sus juicios a una revisión histórica, y en mayor medida filosófica, y sólo desafía cuando se lo pretende encasillar. A ellos mi más sincero respeto.
Y al fin la parafernalia termina con aquellos, siempre los últimos, que se destacan por creer a ciegas que las cosas pueden variar y que de hecho lo hacen todo el tiempo.
El simplón, cachengue de por medio, ya no sufre en su condición de muerto y mendigo en ese orden.
Nadie le presta demasiada atención y realmente nadie lo molesta. No entiende nada pero halla consuelo codeándose con el promedio, y ni siquiera se toma la molesta en averiguar porque nadie le tira un pase.
Y los condenados nos preguntamos hasta que nivel de abandono pueden llegar que nos quitan las ganas de dirigirles la palabra cuando comienzan con sus preguntas.
Pero que triste es que necesitemos de ellos para sentir que estamos por encima de algo.
Y si nos tomamos el tiempo de analizarlos, es porque queremos dar una muestra de existencialidad a lo que creamos como personalidad. Nuestra hipocresía inteligente.
Somos la Buenos Aires cara de piedra. El caribe de hojalata. La manteca que se que nos viene encima porque no hay techo. La patria snob y la pirámide invertida. Ya no nos queda otra.

La patria protestad.

Con barriales códigos y contando sábanas definimos nuestras conquistas. Administramos los bienes de lo que no podemos disponer. No mandamos la cagada de pispiar si se acuerdan de nosotros. ¿Y nosotros qué?
Estamos en la misma siempre. El gobierno y las pestes que nos merecemos, porque no podemos crecer sin reconocer que nos mandamos la cagada, y ya está bien. ¿Hacemos la fácil? El que hable de la cagada lo tildamos de pesimista y listo. Sigamos en la misma.
Yo me sumerjo en mis tristezas. ¿Para qué? Somos tan boludos que pensamos que siendo nosotros mismos vamos a ser reconocidos. ¿Por quién?
Dale mándate la parte, hiciste la cagada, formaste parte de la mierda y ahora te escondes, nos saturas y te saturas de basura, la administras, la contas y después te la olvidas apropósito para seguir revolviendo mierda nueva. Y si así es la vida, si es lo que hay, o te morís o te quedas solo por el olor a sorete que vas a tener, tu olor, porque sos un sorete.
Vos que vivís pensando que la normalidad es la salvación, que no será grandioso pero te asegura tranquilidad. ¿Qué carajo es la tranquilidad? si al que tenés al lado le importa un choto lo que hacés. Y si se te caen los mil pesos que cobraste, no te los devuelve más, porque es normal. Hacer la típica es normal, lo hacemos todos no jodamos. Y de normal que pensabas que eras pasas a ser un boludo, vos tenés la culpa, ¿no entendés?
Nos volvemos grasas enseguida cuando la situación lo amerita. El fútbol nos cagó loco. Los pibes se matan en la cancha por lo que piensan que el fútbol implica. ¿Y que implica? No hay espacio para un River y un Boca. Los dos dedos de frente están cubiertos por la bandera de la intolerancia. Y yo he visto amigos pelearse por un picadito de morondanga el club Cultural, eso es normal y hasta inocente te diría.
El fútbol nos hizo mierda todas las cosas que valían, o podrían haber valido, la pena. Y si fuimos extranjerizantes, o al menos un poco, es porque no nos quedaba otra.
Pero la realidad es que está todo atrás de la milanesa financiera. La cagada está hecha y ahora hay que pelearla, la sufrimos, la analizamos y está bien. Nos relajamos porque sino cagamos, hacemos ejercicio para tener con que pelearla un poco más. Y te miramos: a vos escondido en tus sueños escéptico e ignorando, a vos con tus cultos y falsos consuelos, a vos sumergido en la mierda cómodo y acostumbrado, te miro como te vas enojado porque esto te hace sentir identificado, sin haber leído el ultimo párrafo.
Ahora nosotros pensemos en esto por futuros dolores de cabeza, estamos adentro, nos tiran bombas y nos sumergimos sin saber que hacer. Estamos en el bunker, ¿y qué hacemos? ¿Quién sale primero?

La ñapi a mamá. Que sea tuya la generación.

Apetito por la destrucción en un sentido ambiguo y tolerable. Una joda de rutina para los normalistas, un no me vengas con tu tristeza que ya bastante tengo con la mía.
Y te tengo una buena noticia que va a llover tantas esperanzas como odios, habíamos estado tanto tiempo callados que entendimos lo que se siente ser privilegiados en el silencio. Ahora, que nos llegan lo masteres en indiferencia, nos convertimos en poetas malditos. Somos la peña de vocecita débil que lo intenta muchas veces y de veras porque nunca tuvo eso, que le dicen la cuestión, y quiere respuestas propias. Que se calla un tiempo para ver quien sobrevive al químico y se nos une para seguir intentándolo. La que se juega, porque la que se la banca se quedó en la banca. Aunque nos cueste encontrar el rumbo y caminemos todavía como vos, borrachos y eructando, sintiéndonos héroes grasientos pero reconociéndolo.
Cada vez nos parecemos menos, porque la masa discrimina fulero ahora y nos dimos cuenta que la alegría no se compra sino se gana, y se aburre de la gente que la pasa bien con lo que queda y se sigue divirtiendo sin saber que está celebrando. Para esos manejamos a la perfección una mueca, que ellos mismos conocen muy bien, y que los deja calentitos con ganas de irse a la mierda. Porque no pueden decirnos nada porque realmente no entienden nada.
Acá estamos de vuelta y nos hallamos emergiendo. Estamos escuchando, leyendo, interpretando y contando otra historia. Somos fieles a lo nuestro y tradicionales a los que queremos con locura estética. Nosotros no mamamos, y si lo hicimos lo transformamos en códigos malditos. Ahora sacanos la ficha si podes.

Cuando yo siento que me pasa algo pero no me pasa nada. (Síndrome del todo bien)

Enfoques desde el primer café del día, recordando momentos por las cosas que los remontan, pensando en todo por ser nada que aparentemente valga la pena en este mundo de hoy, mintiéndonos y engañándonos a nosotros mismos. Nos queda el optimismo.
Y es lógico que me ponga triste pero lo cómico es como a veces trato de justificarlo. Que pasaría si un tipo como yo se topara con otro tipo como yo. Un mar de dudas en el PONELEPESO. El proceso para crear nuestra personalidad es algo que parece no tener un fin lógico, previsible, y cuando más disconforme se siente uno con ello, más lo asalta el tiempo y sus consecuencias.
Pero que a la ligera se mueven algunos. Es tan abstracto y tan inseguro que nos oculta la información, de forma inteligente, evitando que nos copiemos con fin de reproducirlo. A saber, de las libertades de prejuicios sólo gozan algunos, y los pocos que nos sometemos al calvario de lo que implica, pensamos que la mejor forma de resolverlo es eliminando la intolerancia. Pero como vería el ciego que el mudo está intentando hablarle.

Planeta rock

Humildad, el descargo de la intolerancia, ya me calle y vamos por más.
Completamente oculto me quiero volver hombre, en serena disputa con los acordes típicos, asumiendo la pauta de vivir y dejar vivir.
Caminando lento me ahogo en una presentación a escala, es decir un primer intento de ver como planeo mi próximo cambio para seguir siendo yo, el mismo de siempre es otro envase modal. Siempre fue así, jamás tuve que esperar a que nadie me diga como tengo que accionar los botones. Fué mi propia voluntad, que me hizo caer un centenar de veces para repetir el proceso, la que me dictó lo que les estoy contando.
Aunque en todo caso me disponga una medida de necesidad a los ultrajes de la incapacidad, yo me autoimpongo un método práctico que consiste en ser aceptado en primera instancia, y a ser echado en segunda. Pero con salvedades, sabiendo que palanca bajar para pasar al siguiente portal.
Y aun así vos pensas que yo no te quiero, pero no es sino que no me sirve tu compañía, tardar más en reconocerlo favorece a mi impuntualidad para saborear otras lenguas nuevas y en mayor medida atractivas. Pero no te culpes, después de todo no es una cuestión de intolerancias ni conciencias, sino una cuestión de plazos. A todos nos toca, a todos nos pasa, todos lo hacemos y todos sufrimos porque no nos gustan los cambios, no nos gusta que nos hagan lo que nosotros no podemos evitar hacer.
Y me planteo un sinfín de oportunidades basadas en mis propios sentidos, una puerta al mundo desconocido en donde el hablar sea innecesario, donde el meditar sea costumbre y donde la experiencia sea el motivo de vida.
Pero mi propio calvario se desvanece de pronto con un par de caricias sufridas cuando las alcanzo. Y entonces me pregunto, donde encuentra mi pluma el pulso necesario, donde me libera la suerte y las ganas de hacer las cosas bien a menester de aprobación, si me la paso esquivando las caras de los que intentan saludarme y que se deprimen e intentan comprenderlo como si yo pudiera dar, aunque sea, resumidas cuentas amistad. Como me sumerjo en mis imágenes si a cada día que pasa busco perfeccionar eso que busco para que nunca se vuelva realidad y seguir condenado a vivir de consuelos. Vos sabes muy bien que yo me muero por saberlo.

¡La puta que te parió gordo!, ¿qué pegás?

La serpiente subterránea está al borde del risco, quiere salir y lo hace, me apunta con el dedo y amenaza con tirarse cansada de estar escondida.
Ya hemos caminado mucho, nos merecemos un descanso, la juventud es tan dolorosa y se me brinda el esnobismo como alternativa de vida segura y sencilla, pero no me lo banco, me aturde la puta costumbre, la manía desconsiderada.
Ahora estoy tranquilo en casa, degustando mejor el café porque se que va a saber mejor hasta que se me caiga la boca.
Estoy destinado a vivir luchando, ya me hice la idea y ya me preparo para el sacrificio cuando nunca sin pensarlo siquiera demasiado. Que cosa de locos, la trompada cósmica no me salva ni los textos y hablar con la gente me pone nervioso. ¿Y vos querés que te responda?
Al luchar me aseguro una humorada que me entierra al tiempito nomás. Mal de amores tenemos todos, pero la zorra te alumbra con su luz y te salva con su perfume, y se que encuentro mi consuelo en sus caricias pero no se me ocurre algo mejor que me pueda ofrecer ahora mismo. Me quedo con lo que tengo porque por lo menos puedo quejarme de algo. Ahora ya esta todo podrido, pero vos hace de cuenta que yo no dije nada.

Esa madre que nos convoca, oportunidad.

Obnubilado subí las escaleras esperando que aquel instante se me viniera encima como venía progresando. Y cuando por fin lo hice, entendí a que me enfrentaba realmente. Un momento incómodo, y no sería el único, se me derramó el vaso junto a toda esperanza o como pude concebirla.
Lo supe, lo vislumbré, pero no estaba satisfecho. Y que agotador y revitalizante al mismo tiempo era ya todo esto. Es que a veces, saber que uno tiene las de perder, nos entrega parte de esa universalidad que se entiende cuando uno menos confabula al respecto.
Ahora, ya depositado sobre el diván más cómodo, me encontré con ese coctel que no cura pero calma. Esa dosis llévanlo a uno a poder encontrarse en el cambio de percepción, quiérase o no.
Confié en mi cualidad última, el relax y la excitación producentes. Me enfrenté a sus ojos y percibí cierto brillo de ocasión pasional, firma con sello de mi derrota adquirida, pues no era eso lo que quería.
Me alejó no sin antes esbozar esa sonrisa configurada. A menudo uno es falso por no pecar de antisocial o apresuradamente sociable, pero ya gestionaba una cuestión de orgullo. Algo hay que hacer, y al acecho, nos sorprendemos a nosotros mismos con actitudes que después detestamos ver en otros.
Al fin y al cabo, y ubicándolo en cualquier contexto, no todo es como nosotros queremos, pero porque siempre es tan injusto en el preciso momento. Porque es más fácil acusar a la suerte que analizar injusticias previas si las hay.
Tampoco es como ellos quieren, y probablemente sea ésta razón de intolerancia. Después de todo será su palabra contra la mía, pero que más tendría yo ya para decir.
Y no habiendo encontrado oportunidades admiro una puesta en escena de la psicología inversa que me deja sin palabras. Un simple juguete pienso, uno más en la lista que a menudo nos entrega facultades que no tendremos en cuenta nunca. El rival percibe mi presencia y me mira de forma provocativa evidenciando cuan poco enterado está de todo esto, pero analizarlo es casi contraproducente.
Me alejo para intentar revitalizarme. Su imagen parece seguirme tratando de agotar todas mis fuerzas o las pocas que me quedan y lo hace.
La hazaña ya me ocupa el mismo tiempo que tardaré en olvidarla, quizás sea tan sólo una noche triste. Salgo y me abocó a la rutina, pues mis pasos ya sufren mi camino.
Aturdido me despierto frente a mi puerta. Alguien me espera y me sostiene. Me sonríe ridículamente y compruebo que las injusticias se hicieron complejas para no tener la necesidad de analizarlas demasiado. Después de todo, y sin que nos demos cuenta, quien puede ser rencoroso cuando el fin justifica los ideales. En tan solo un lamento pude analizar cuanto orgullo me quedaría y como el tiempo se encargó de repartirlo a favor de un puñado de consuelos.

Runjel el primero en discordia

(2)


A la mañana siguiente, continuo con la rutina. Prendió una hornalla y coloco una pava llena de agua. Preparo el mato, como lo haría cualquier catamarqueño, amargo, sin polvillo y el agua justa. Se sentó en una rustica silla de plástico y apoyo los brazos en la mesa con la que hacia juego. Observo a su señora, tenia la vista perdida en la ventana, mas allá, estaba muriendo la noche.

-¿Sucede algo?- Pregunto Juan Pablo.

-Nada, solo pienso

El agua de la pava comenzó ha llegar a su punto de ebullición. Juan se incorporo y la quito de la llama. Lo sirvió en un termo y comenzó a cebar la infusión. Escupió el primero, como consta la tradición del pueblo y bebió el segundo. Luego le paso el mate a su esposa. Ella lo bebió en silencio con la mente perdida. Juan Pablo pensó que lo mejor seria que en su momento ella le cuente el problema que la aflige, ya que nunca es bueno apurar a la gente cuando tienen problemas delicados. Bebieron los matos en silencio, hasta que se hizo las seis de la mañana, en ese momento se incorporo, se cepillo los dientes, se mudo de ropa y beso a su mujer. A las ocho de la noche, se volverían a encontrar.

-Que te sea leve en el laburo- Dijo Brenda.

-Si, ojala

Salio al pasillo del PH. Estaba sumergido en las más profundas tiniebla. Pensó que en cualquier momento emergería un policía de las sombras y lo detendría por homicida. Esto no sucedió y ya se encontraba en la calle. Atravesó el parque Dominico, por el mismo lugar que dejo abandonada la ropa. Cuando se acerco al cesto de la basura, observo lo que deseaba, la ropa había desaparecido. Eso significaba dos cosas, la policía le estaba pisando los talones o la más probable de las hipótesis, lo agarro un mendigo y desapareció sin dejar rastros. Llego a mitre con un gran alivio en el pecho. Espero al colectivo ciento setenta y ocho durante unos cinco minutos, abono dos pesos en monedas y se sentó casi en el fondo, apoyo la cabeza en la ventana y se durmió profundamente.

Estaba en la escena del crimen, momentos antes de la ejecución a punta de pistola. Veía el rostro suplicante de su victima, sus ojos sollozos parecían rogarle un segundo más de vida. Movía la boca emitiendo siempre la misma frase No te mates. Un disparo sin sonido deformo el rostro del diputado. Sintió el olor a carne quemada en todo el ambiente. El cuerpo se desplomo, pero la boca seguía moviéndose con convulsiones y emitiendo siempre la misma frase No te mates. Estaba hipnotizado por el movimiento, era ilógico que un cuerpo muerto emita gestos y frases. Mientras, su otro yo, comenzó la limpieza del lugar. Trato de seguir el proceso para encontrar alguna falencia, pero oyó una voz ronca en su mente No te mates. Volteo para ver al cadáver, pero este ya estaba desaparecido. Giro para ver como continuaba el proceso, pero el ya no estaba ahí, si no lo que vio fue al rostro de la victima pegado al suyo. Sintió nauseas y ganas de vomitar, quiso zafarse del terrible agarre antes de que se descompusiera, pero una fuerza mayor se lo impedía. No te mates decía con un hedor espantoso. Todo comenzó a temblar y cuando pensó que se desmayaba, apareció en el colectivo.

Juan Pablo se desplomo del asiento. Pego un tremendo grito de terror y se revolcó un poco en el piso. El colectivero, que lo había ido a despertar, lo miro fascinado ante tal espectáculo.

-Perdón, tuve una tremenda pesadilla- Dijo, mientras se incorporaba

El colectivero lo observo taciturno, era un hombre obeso, de un metro cincuenta y con gran barba.

-No te preocupes pa´, te desperté por que se que esta es tu parada

-Gracias, bueno, me bajo entonces

Esperó a que el colectivero vuelva a su asiento y abra la puerta. Sintió todas las miradas de sospecha de la gente, todas sorprendidas por el espectáculo. Por lo bajo se escuchaba un murmullo. ¿Qué dirán? ¿Es sobre el homicidio? Dios quiera que no. Al fin se abrió la puerta y descendió. Se encontraba en la avenida Sáenz y de ahí camino por Intendente Rabanal y doblo en Charrua. Veía a los laburantes yendo a las fábricas, en fila como soldados, firmes, taciturnos y desesperanzados. Saludo al sereno de la curtiembre e ingreso al trabajo. Ficho, se coloco el uniforme y se dedico a trabajar duro. Más tarde tendría la cita importante y tenia que eliminar los nervios que le están carcomiendo el alma.

Líneas trascendentales

La pésima pócima de revancha al destino incierto es siempre lo mismo. El pacífico contra el sísmico, la puta contra la virgen, el galán contra el tonto, el absurdo contra el sabio, el artista contra el crítico.
Altos en bajos de los unánimes diplomas, intolerancias al acecho para cuando de poder se trate dejar que nos toquen el culo. Los creativos en las plazas de lo incierto, terriblemente solos e incomunicados. El punto álgido de lo sinsentido merecer, la envidia mostrando la hilacha de la copia de vida que tenemos.
Quién quisiera vivir un poco lo que la masividad nos atrae con puntos flojos en las ies de indispensable. Lo peor de la triste esfera en descomposición aceptando, y a su vez incinerando, todo lo que es nuevo, y eso que nos escucha ahora pertenece a otras épocas, si hablamos de adelantados en el pasado es lógico que pensemos que nada puede ser ya inventado. Prioridades establecidas, el sentimentalismo es el mismo pero se cubre, ahora, con una capa de desesperanza, aunque nosotros estamos para otras cosas, y nuestras bocas que todolopuedenbesareingerir.
El análisis último es eminentemente psicológico. “Estamos bien” decimos cuando nos consultan sobre lo que fuere, y con cuanta razón, pues todos somos sabios bajo la inconciencia cotidiana.
Seamos prudentes un poco, acaso se plantearon alguna vez que la juventud no ha creado todavía un sector de elite que se reconozca masivamente por su noble ideal al conocimiento puro. Pero nobleza sobra aclaro, quizás sustancia es lo que falta y perdidos tratamos de repartir la poca que queda. Un problema existencial o dos, que de hecho nos merecemos para transpirar un poco, aunque cuanto ayudaría una buena idea, o una idea al menos compartida.
Somos una triste reproducción al cabo, y los iluministas, ocultos que mejor idea, se mantienen aislados rechazándonos. Sólo unos pocos saben de que se trata todo esto. Qué tal el día y tu complicidad, cuánto haces por estar a la moda, cuál es tu propia historia, a qué sector perteneces, qué lenguas te permiten ser vos mismo.
Comunión poética, un curso de realidad, los tiempos han cambiado y las cosas son mejores, no busquemos más, vivamos y dejemos vivir, seamos nosotros por todos y todos por nosotros mismos, no más preguntas, no quiero saber nada de tu vida, sólo un tiempo de relax y cansado, morir de mis propios esfuerzos con la receta en la espalda para que todos la miren.

La creme de enjuague

Como pescados que somos sonamos a agua que tocado por mojado es igual a hundido. El enojo de los de allá a punto de la pelea mortal, y lo nuestro papel grasé con plasticola multiuso.
Ay que será de mí en el verano si no me puedo sacar la camisa. La mosca en la sopa he de ver si uno de los suyos me toma a la ligera, pues que me queda sino reconocerlo.
Así, cansados de nosotros mismos, es que reconoceremos lo que no sabemos por no reconocerlo. La pérdida de conciencia, la falta de interiores y los suecos sobre la mesa del ceremonial y el protocolo. Viva la falta de conciencia por el idioma y la patria libertadora que todo lo justifica. Vivan nuestros hermanos porque están muertos y justifican una causa que nos merecemos por ley de asueto a lo que desconocemos.
Que hemos nacido bajo la lágrima del hombre que canta bajito, porque lo que tiene que decir es mucho, pero tiene miedo de perder las cuerdas vocales en el intento de vida que lleva, ¿y a ese que le queda? El tatuaje represor y la ruta perdedora. Me pongo la mascara pero no me ajusta, estoy ensoñado y mis discursos, patéticos, son llantos molestos. Yo lloro con cosas pocas, y la poca cosa me tiene podrido.
Un negativo en llamas, ¿dónde quedaron las polaroid de locura extraordinaria?, y no me queda espacio para marcar en la piedra pues ya debería haberla arrojado para romper el cascarón, pero quien esté libre de pecado que la arroje primero. Y ahora estamos encarcelados en la caja que nos muestra, sin más pelos en la lengua, una de las tantas estrategias “intelectuales” de mercaderes sedientos de sangre. Pero yo con la religión no me meto. El culto a la boludez y la boludez del culto mushup. ¿Se acuerdan de Elvis cuando movió la pelvis, del club del clan y la sonrisa de Jolly Land?, bueno revuelva. Pero la figura de siempre no se reinventa, el violento que todo lo detesta y se mantiene atemporal a las modas. Permanece al margen con los puños cerrados, escupe, se cae sin darse cuenta a cada instante y se limpia victoriosa la mancha que lo identifica. Oídos sordos, ruidos negros y pestes vernáculas. Somos traidores, tenemos lo que merecemos. El dengue será el justiciero.

Runjel el primero en discordia

Runjel el primero en discordia

(1)

Sin nada más que importarle, Juan Pablo ha jalado del gatillo. Jamás pensó que algún día llegaría a cometer tal acto de salvajismo, pero siempre sucede que los grandes hombres colapsan y cometen estupideces. A pesar de estar reflexionando sobre que paso seguir, instintivamente saco de su mochila, previamente preparada para la situación, una franela, un rociador con lavandina diluida y lisoform. Comenzó a limpiar todas sus huellas y los rastros de sangre de su victima. La operativa le toma unas dos horas, limpiando repetidamente los lugares, el cuerpo, el arma; con la sensación de que la policía llegaría en cualquier segundo. Quitó el silenciador del arma y lo guarda en la mochila y observa el rostro de la victima. Parece que se siente liberado de sus problemas o eso cree que ve en el rostro desfigurado por el impacto del proyectil. Toma una bocanada de aire y comienza a desbaratar la casa. Mueve los muebles de lugar, saca toda la ropa de los armarios, rompe los colchones con un cuchillo, en fin, desacomoda el hogar para despistar, por un momento, a los policías. Quizás con el tiempo que gane, que no cree que sean mas que un par de horas, pueda tomar gran distancia de la ciudad y escapar ha una nueva vida ¿o quizás no?. Limpia el cuchillo y luego lo esteriliza con alcohol y fuego. Para finalizar su acto, toma un pote de pintura en spray de color rojo y pinta Estafador.
Luego de concluir con el ritual del asesinato, siente una liberación en el alma, pero una sensación de culpa. Los hombres no deberían decidir quien podría vivir y quien no, pero el lo decidió, en una falsa ilusión de jugar a ser dios con una victima indefensa y débil.
Ahora era la hora del escape. No será nada fácil salir sin ser visto de un hotel ubicado en plena Avenida Corrientes. Se fijo por la ventana, que da a la calle, sus posibilidades y al instante vio que eran imposibles. Necesitaba una pequeña distracción para poder salir sin que lo observen lo necesario como para reconocerlo. Camino hacia el teléfono y marco los tres numero para las emergencias 911. Sonó el timbre una vez y una voz tranquila hablo.
-Novecientos once, ¿cual es la emergencia?
-Hola, te llamo de un hotel ubicado en Corrientes al 1400…
-Si -Contesto la voz
-Esta saliendo mucho humo por la ventana de la galería que esta enfrente, parece un incendio grande.
-Bueno-Interrumpió la voz- Ahora lo comunico con la seccional de bomberos más cercana.
Comenzó la típica música despreciable, que ponen las grandes corporaciones cuando la gente llama a quejarse de los pésimos servicios, para hacer que se harten y corten. A los pocos segundos una voz mucha mas gruesa emergió por el tubo.
-Bomberos
-Hola, acabo de hablar con la gente del novecientos once y les comenté que hay un incendio en una de las galerías en Corrientes al 1400
-Muy bien, iremos enseguida, usted quédese tranquilo que llegamos en un minuto.
Sonó un clic y el tono quedo ocupado. Corto el teléfono, le dedico una ultima mirada fugaz al cadáver y salio hacia el pasillo. Se encontraba en el octavo piso, así que tenia que bajar por las escaleras de forma muy pausada, para darle el tiempo suficiente a los bomberos de llegar y dar la falsa alarma. Caminaba por una bella alfombra roja, mientras deseaba que nadie saliera de los demás cuartos o por el ascensor. Cuando llego a la puerta de la escalera, la abrió con la mano enguantada y espero a que se cerrase. Una vez del otro lado, comenzó a descender hacia la planta baja caminando, no tenía que parecer fatigado, eso podría levantar sospechas. Además en plena oscuridad, no parecía buena idea correr escaleras abajo. Con la luz de su celular iluminaba lo suficiente como para no fallar a un escalón o tropezar en el descanso de la escalera que había en cada piso. Una vez que llego a planta baja, tomo una bocanada de aire y consulto el reloj. Habían pasado cinco minutos y veintidós segundos desde que hizo la llamada, debería ser tiempo suficiente para que los bomberos hayan llegado y los ojos curiosos estén sometidos en el camión bomba que avanzaría a cien kilómetros por hora por Corrientes. Abre la puerta de manera sigilosa y observa al portero, que hace también de guarda, mirando por la puerta de vidrio a los bomberos en el lugar. Con pasos furtivos llega a la altura del ascensor y toca el botón para llamarlo, se abren las puertas de par en par y avanza hasta el portero.
-¿Sucede algo?- Pregunta
El portero se da vuelta, lo observa con su mirada maliciosa y le contesta.
-Parece que hay un incendio o algo en la galería de enfrente.
Se miran y el portero vuelve al escritorio. Un bello ejemplar de roble pulido. Saca unos cuantos DNI y los examina. Separa uno del montón y anota en un cuaderno unos datos. De seguro es el ingreso y egreso de las visitas, nada para asustarse, considerando que el DNI era falsificado.
-Espero se haya divertido con su amigo de la infancia -Dijo el portero. Parecía increíble pero recordaba la mentira que le había dicho. Aunque eso podría ser útil para despistar un poco a la policía.
-Si, recordamos buenos momentos.
Tomo el documento y se retiro. Cruzo la puerta y sentía miles de miradas acusadoras sobre él. Había que tranquilizarse, nadie sabia nada, solo son los putos nervios que quieren traicionar. Camino unas ocho cuadras hasta Corrientes y Esmeralda. Espero a cualquier colectivo que lo dejase en su casa, primero paso el diecisiete. Se subió y abono un peso con setenta y cinco centavos, que es lo que cuesta hasta el parque de Dominico. Viajo parado, ya que era la hora pico y el colectivo estaba repleto. Iba reflexionando sobre lo que había hecho. Sobre como le amenazaba de muerte su victima si se atrevía a hacer algo. Luego como le suplicaba cuando vio que su muerte seria inminente. Cuando la bala hizo impacto en el rostro y le arranco pedazos de cerebro que quedaron esparcidos por todas partes. El olor de la pólvora y el aroma a quemado que emitía la herida. Una sensación horrible que vivirá con él hasta sus últimos días, ni dios ni nadie le perdonaría o lo mas importante, el no se lo perdonaría jamás.
Se bajo del colectivo y cruzo la Avenida Mitre hacia el Parque Dominico. Se interno en lo más profundo y oscuro del parque y se cambio la ropa que uso, las tiro en un bote de basura, pero sabia que luego la recogería una persona mas necesitada y así, jamás encontraran esa ropa que aun puede contener algún resto de cabellos, sangre o cualquier cosa de la victima. Luego cruzo el resto del parque y las vías del tren. Llego a su hogar y vio a su mujer poniendo la mesa.
-Hola amor- Se acerco y le dio un beso en los labios
-Hola, ¿como te fue en el laburo?- Pregunto
-Bien, hoy tuvimos que quedarnos hasta tarde, pero bueno, al menos lo veremos a fin de mes- Juan Pablo sabia que decía una gran mentira, igual en sus humildes sueldos, no hay diferencias a fin de mes- ¿Como esta tu trabajo?
Su mujer trabajaba en un “Call Center”. Respondía las consultas de los enardecidos consumidores de la tarjeta de crédito VISA. Era un trabajo horrible, ella siempre se lo recordaba, pero era necesario para poder pagar el alquiler y comprar la comida de todos los días.
-Ahí anda, sabes que es un trabajo de mierda.
Se sentaron en la mesa y comieron un buen puchero. Las verduras estaban buenísimas y el osobuco un manjar de los dioses. Irónicamente pensó que se debía a que pronto no tendría comida hecha con amor, si no, la porquería que haría un sucio cocinero de la cárcel. Vieron juntos a Tinelli, esta vez era Bailando por un Sueño. Pampita se esmero mucho y fue la mejor puta, calentando a toda la audiencia mientras bailaba en un caño. Mas tarde quedo la patente de cuando Tinelli le hablo al caño, lo beso y le dijo que lo amaba. Su mujer se fue a bañar y ella lo invito a que lo hicieran juntos. Algo raro, ya que hacia mucho que no tenían esa especie de contacto, le dijo que iría en un minuto. Cambio el canal de la televisión y puso Crónica TV, ahí vería lo que deseaba ver. Un enorme cartel rojo decía Murió el diputado Pedro Runjel en un robo a su casa. Cuando vio eso, sintió como si le volviera el alma al cuerpo, la policía seguro estaba despistada, al menos por el momento. Apago la televisión y se metió en la ducha.
Acariciaba a su mujer y comenzó el ritual sexual de esa noche. Cuando salieron fueron hacia la cama e hicieron el amor de manera salvaje. Su señora le pedía que le pegara y le gritara insultos. Luego, se durmieron abrazados. Juan Pablo jamás pensaría que cambio su vida en un puñado de horas.

Indielatón!

La tragicómica, tarada pero callada. Perfecto inglés y muchas palabras en francés.
Entre las postales un chiste que engorda y culto, a menudo nada. Las palabras justas en concordancia con lo que tiene para decir. Sólo su estética, y que problema, agobia esplendor colorido. ¿Qué es de esa chica distinta?, ¿cómo se salió con la suya?, ¿cómo consiguió lo que quería?, ¿a estos quién los juna?. Somos todas diferentes, pero seguro todas tenemos una cabeza en la radio. Las cookies sobre el dibujo del perro psicodélico de ojos enormes y desparejos. Una bola de espejos sobre el estereo del living. Nuestro canal lleno coreos pop para engrasar la pista, voces y más voces agudas y entonadas ponele. Un fin de semana en casa, el héroe de la viola. Café, mezcla letal de día de semana me puedo programar. Las homemade cookies y postales a tono con el Ipod fresa. Roqueamos, girls dixit love. Esos chicos melancólicos que tanto nos gustan, rebeldía postpunx que supimos concebir. Un facebook concurrido, mails cadena de lo que todos saben y yo no se pero que acabo de descubrir. Caray he dicho algo indebido ¡que tonta soy! Un intrínseco pulso magnético ahora acompaña la música, otra vez la guitarra distorsionada virgen de solos. My telephone is smiling again. Hola my love. Las medias y las remeras armónicas a rayada distinción. ¿Converse o borcegos? ¿Quién te ha pintado esos ojos?, mi flequillo y yo somos uno. El Nouvelle Vogue y la música de los 80’s, popper heart and artist. Fashion Weekend en la cueva de noloconocenadie. Hemos visto gente extraña. Un chasquido de dedos para los prejuicios molestos será maybe la próxima. Tus ojos y los mios, toys in the attic y la semioscuridad romántica, put your head on my naked shoulder and came with me, just do it.

Días de radio

Húmeda y suave ha de ser tu langosta como el pelo que la oscurece. Perfecto vientre voy a ver si los ojos son pocos apenas con poseerlo. Es que hago mi orgullo ante ti y tú no lo niegas. Haces mío el legado de sonrisas en la mañana, el recuerdo de tu olor y esos azules de terciopelo que extrañe horrores.
La banda que tropicaliza tus formas acechan mi consuelo. Es que me veo con tanta desconfianza que atino al suelo, ya pues acaso te interesa el envase menos que mis métodos y mi silencio.
Que tonta y perspicaz sos que todo lo vivimos al límite, siendo la soleada maravilla de esta vida cuando te tomo por detrás y sueño que te beso.
Ahora ya se de que se trata tu agonía, tan mía no completa todavía. Solemne estirada sobre mi cansada astucia, es que veo los toscos abrazos cañaverales. Puesta en escena la sencillez, siempre y con la frente en alto, el esquivar de tus ojos y los cachetes sonrojado como ha de ser.
Asústame con esas piernas que perdonaré todo, y aunque cambies recordaré como ninguno, aquel exterior que endulza tus tristezas.
Intentando despegar, es que me despido de la palabra, pero pretendo honrar mi vida con atisbos multicolores, pues pronto llegará el día que todos comamos de nuestros perdones.

Otoño con olor a verano (futuro)

Propongo, y con esto dialogo con ustedes al respecto, comenzar sin ser pretérito, y en una ventisca de cultura salvarse para ser uno más de los que deambulan por el desierto que nos queda a saber.
Que lloramos no es novedad, y en su periplo el hombre confiesa sus pecados siendo pagano, creyéndolos muestras de fe por miedo y culpa, cuando inescrupuloso apunta con el dedo a aquellos que le recuerdan a si mismo. Con la crueldad que nos caracteriza somos violentos e ignoramos lo que nos resulta incomodo, por prejuicio. La cadena de peyorativos se hace mayor al escepticismo que nos sugiere la ceremonia que caracteriza a las relaciones sociales. Aumentan con la edad y se pincelan, a su antojo, por las mismas personas que intentan representar las clases sociales.
Somos pobres y reconocerlo es ser artista, el tipo de arte de culto que ingresa lento. Quizás enterrados seremos en la cúspide de lo que lograremos, quizás nunca, alcanzar. Vivimos una historia de la que pretendemos tenga principio nudo y desenlace, pero somos incapaces de determinar que espectro cubre nuestras cabezas, llenándonos de expectativas al acecho, de cursos interminables de excusas, y nuestro pasado por lo que seremos recordar.
Hermanados nos encontraremos cuando tengamos noción del precio que valemos. Nos ganaremos la honestidad del otro cuando reconozcamos que somos de carne y no de fierro, y que el preciado don de la vista es tan finito como indescriptiblemente eficaz y magnifico. Tomar conciencia es invadirse de mentiras en mayor proporción. Llenarse de escrúpulos es articularse las mañas. Contar nuestra vida es anticipar nuestros triunfos en vano no queriendo aceptar que necesitamos ayuda. Hablar de la libertad nos encarcela en las palabras misma que la identifican en la historia. Seamos tontos por ser nosotros mismos. El silencio de muchos puede matar al piadoso y será el encargado, por evolución, de naturalizarnos nuevamente. Pensar en plantar bandera por descansar es ser cruel con el destino esencial por el que vamos y fuimos. Dejemos el ojo de vidrio a un costado al menos por un tiempo. Comer ansias y vivificarse de problemas puede ser la solución a nuestras infinitas incógnitas. No creer en los placebos, que nuestro andar desconfía, por infringir la norma que los prohíbe en detrimento a la razón última de justificarlo como métodos desinhibidores o aclaratorios. Dar demasiadas explicaciones es para los débiles de personalidad que quieren descubrir la rebeldía que intentan justificar. Seamos ágiles y aceptemos que la felicidad se mide por status, arbitrariamente y en cantidades abundantes, y se compra con monedas cada vez más chicas. La suerte está echada, y forma parte de nuestras cualidades hacer a nuestro favor el lado de la moneda que nos favorece.

Ser o no ser

La simétrica sonrisa se reprodujo en los corazones helados de la gente de ese grupo, que por saberse moderno se vio desprovisto de una originalidad aparente, latente cuando debería y a la espera de mostrarse superficial en todo sentido. Unos a otros se miraban bajo la funesta mueca que se acostumbraba expresar. Rebeldes para la ocasión o simplemente uno más de los típicos mitos incurables que la sociedad moderna nos sabe manifestar. Mitos al fin porque tienen quien los alimente.
Estoy yo parado viendo como poder desenroscarme la soga que intenta atarme, cuando me dicen, a eso que bajo la concepción de muchos es lo que se debe hacer realmente por no pecar de asociable, por tener esa puta manía de fijarme en el que dirán de los que sin sentido moral se expresan a niveles incalculables, justificando la rabia e intolerancia que poseen.
Pero también me hallo sumergido por el dedo inescrupuloso de ese que se sabe raro a costa de hacerse conocer, y pienso, que sentido tiene ser diferente y alcazanzar el reconocimiento si existen fuerzas que nos transforman de sujetos a objetos para poder definirnos y estudiarnos. Nos someten e imponen una imagen y ya pasamos a ser objetivo victima de ser reproducido.
El eterno caso del sujeto que intenta volverse indescifrable a costa del sentimentalismo, superando la mismísima barrera de la inconciencia, poniendo en riesgo al asumir la imagen pública, queriendo ser único, el disfrutar de su propia compañía y de la de otros que, por razones estéticas, comprenden aquello impensadamente personal e insuperable. Y anhelo el sopor de largas noches de reconocimiento, un silencio por una palabra mal ubicada, una sinfonía que perdura en el tiempo, pienso y la imagen de lo que yo quiero ser se parece mucho a mis amores platónicos. Al principito, tan sabio, incontrolable e inquebrantable de espíritu y de fe. Tan austeramente solitario, tan asociado, tan estéticamente inhumano.

Tribu

El realzado de los colores me parecía ya aburrido, en el sentido más ambiguo que existía, y la llama que se había desvelado, estaba ya desapareciendo. Los 4 sentidos que me quedaban se disponían a variarme los juicios, y las vanaglorias que se me adjudicaban eran una triste y cándida tarjeta de recuerdos. Me marché abandonando todo. El amor, la libertad, el optimismo, el valor, la virtud, la paz y la verdad, me elevaban para salvaguardarme en mi travesía insospechadamente aventurera.
Me barajé entre los de la tribu y ellos me esperaron perpetuando mis sentidos. Me miraban, como si un poco de esa extrañeza llegara a ser contacto con sus débiles cuerpos, y pudiera integrarlos a fin de llenar sus sucias y condenadas vidas vírgenes de esencia.
Me sentía dios y alabado era entre los hombres que por sustraerse a las leyes reinantes esperaban la palabra, y no se conformarían con una nueva utopía verbal, tenían en mente algo nuevo que les quite el sueño, algo impresionante, sustancial, que los tome por distraídos y los queme desde adentro, que los haga olvidar, que los haga partir hacia la locura, y eso anhelaba yo también, nuestros interesen tenían parejas relaciones en la conciencia y así me dirigí a la cúspide ya como un líder hecho y derecho.
Me dirigí al altar y sobre este todavía seguía el cuerpo muerto del antiguo gobernante. Hice ordenar el entierro, me senté en el trono y lo hice mío sin mayor conciencia que remordimiento. Pronuncié un breve discurso improvisado para los ministros, y me hice sentir bravo hasta que abandone la cúspide. Tan pronto como hube de hacerme público en el palco, anuncié mis condiciones.
Durante los primeros días me regocije en la isla como turista con dinero, descansé en las playas, comí indiscriminadamente los frutos de sus huertos, bebí insaciablemente de sus licores, y transpiré todo el sudor urbano que había traído conmigo. Pronto, cuando lo creí conveniente, me puse a trabajar como es debido, como gobernante. Recogí una pluma e hice anotaciones en un margen de mi libreta sin demasiado detalle, analicé sus comportamientos, y a menudo que observaba decidía y lideraba.
Pero la larga espera que la metáfora poética de mis actos les estaba proporcionando, terminó cansando a mis súbditos ansiosos, y sus rostros empezaron a mostrarse desconfiados de mi libertinaje. Ya demasiado había hecho yo por sus débiles vidas, desde el análisis mismo, desde el sentimentalismo mismo que ellos inmediatamente no comprendían, pero que estaba seguro encontrarían razonable. Ahora esperaba un cambio de conducta, de ellos, porque lo merecía, y lo logré de la forma más inverosímil, me negaba a dar un paso hasta que aquel prejuicio general se desmoralizara.
Esperando siniestros al asunto, mi prejuicio me llevaba, a las anchas, a descifrar que pasaría en mi pueblo, y ellos se miraban ya como cansados de luchar, frustrados y desesperanzados. Vi en sus ojos ganas de destronarme, pero ya estaba yo diagramando mi plan maestro.
Pronto esperaron las palabras, y pronuncié un discurso con lágrimas en los ojos, me sentí realizado y esperaba lo mismo de ellos. Al cabo percibí que me ignoraban, al borde de la desilusión constante, el país y la falta de sentimiento, fue que me hice un matutino especializado, me había equivocado de rumbo.
Con el tiempo se me reconocería un estilo único, y es que tanto las obras de arte como la misma perfección, se lográ con el tiempo a raíz de una adaptación que cuesta entender, y que suena incómoda a lo establecido en tiempo y forma.
Puesto que la vida es imprevista en los mejores de sus momentos, en el umbral de la jactancia comprendí el mal karma del ser humano, y con el tiempo les parecía yo un bufón y no un líder. Me empezaron a ignorar abruptamente para no merecer la palabra, y ya sabía yo menos de estilos que de condiciones. Me dispuse a ganarme su confianza, y la primera medida fue darles un poco de color a sus vidas. Me reconforté en la tina, e hice que ampliaran la fuente, yo mismo me dispuse a colgar adornos estridentes sobre los árboles de la reserva, construí nuevas casas e hice que pintaran las viejas, inauguré un festival que debía celebrarse a diario, algo barroco, reagrupé a las orquestas y decreté que se hiciera música todas las noches. La madera fue piedra de la noche a la mañana, y en tan solo un año teníamos una fortaleza construida, habríamos podido controlar a las lluvias, pues yo sabía como creerlo. Pronto hice que mis bailarines me mostraran un paso nuevo por semana, y este último me llenaba, me saciaba, me desbordaba, lo destaque y se convirtió en el ritual de la lluvia que deseaba conseguir.
Pero así sus malestares se mantuvieron ocupados, y disfrazados, ellos me condenaron, y no hay peor condena que la de masas.
Atrás mío se gestaba una revolución basada en las mismas palabras que yo había pronunciado.
Me lo creí de burla cuando me contaron el chisme, y más hice yo que pagar tributo a sus insolencias con bondades.
Mi territorio ganaba espacio, y el orden estaba ligado al progreso edilicio y en la conquista. Pronto comprendí que estaba solo, y me sumergí en un proceso personal por salvaguardar mi orgullo y condiciones determinantes.
Me destronaron a la fuerza justo antes de que planeara salir en busca de nuevos horizontes, pero no me fui solo.
En las parejas situaciones que la experiencia de vivir me ha dado, pude reconstruir mi integridad y hacerme un nuevo territorio, aunque personal, pero manifestado en magnifica perfección a mi intereses particulares, al borde de una locura justificada por el fanatismo, en perfecta armonía y pacificas extensiones de optimismo. Justo cuando la cúspide se desmoronaba al afrontar un nuevo cambio, se me redujo el mundo a un solo signo que me demostraba que el carácter contemplativo a veces es mas intenso que el bienestar general, pues lo único que importa es el entorno, aun así sea una cuestión de intolerancia. Quien puede adjudicar que se trata de intereses particulares cuando las relaciones sociales están basadas en el amor, la libertad, el optimismo, el valor, la virtud, la paz y la verdad, dispuestas de manera tal que se perciba como una simple aventura.

Rojas y verdes luces del amor

Tiñe de verde tus pasos y escucha como el cansado sonido de mi voz se sumerge con dulzura en tu memoria.
Que haz de recordarme así, tan plenamente enrarecido, pues soy y me siento como el ave que planea y todo lo observa.
Y ahora te veo y no entiendo como tu misma imagen se perfecciona con el andar, y los rojos pasos de mi existencia siempre tan desdichada, no pretenden en lo absoluto romper con las bondades que te sacrifican.
Pero que injusticia es que seas tan hermosa, pues nada en ti parece perturbarse, y yo intento mirarte por solo quererte, e intento quererte por solo adorarte.
La punta de la lanza ya se hace más aguda, y me clava unos ojos inyectados en lágrimas. Ese sencillo modo de operar es lo que me refleja la vida misma a ojos de un tenaz vividor, en la cúspide de todo, tan sencillamente complejo, tan ambicioso como miserable, tan estúpidamente irracional, tan tranquilamente perturbador.
Las luces de nuestros pasos se funden en un color que no comprenden mis ojos, es que me indica que debo dejar que me guíes, o que intentes verme por última vez antes de abandonarme.

El raro y la boba

Anselmo estaba encargado de la falsa operación pronta entrega, listo para abordarla y ya no dudaba. Cruzó la piel y todo fue de ensueño, nunca imaginó que fuera tan rápido, y cuando vio el rojo se sacudió las manos como acto reflejo. Contempló aquello que lo rodeaba pues, intrigado, y pinto lágrimas de huéspedes tristezas, recuerdos y sollozos sin poder evitar la culpa, finalmente terminaría la pesadilla.
Su casa estaba sombría y había adivinado durante todo el viaje, que lo estaban esperando como de costumbre pero no fue así.
Pensó y pensó, y el rojo se hacía más intenso, ya no sabía que hacer al respecto, a menudo quería ocultar aquello para olvidar recordar, pero no podía, gritaba al verlo, la conciencia se alocaba en su ser, pero ya no había remedio, el crimen estaba cometido.
Aquel tremendo día lo recordará como a ninguno. El, un tipo tan especialmente desgraciado había encontrado el amor, y era correspondido.
Se conocieron una tarde de Junio, tan fría como romántica, de consuelos enardecidos, en plena contemplación de intereses compartidos.
Ella, Ana, era 2 años mayor que él, pero su infantil personalidad la hacían parecer más joven. De lejos parecía una jovenzuela sencillita, usaba ropa provocativa sin llegar a serlo hallándose disonante a sus tímidos y conservadores gestos, pero nada de esto le impidió conquistar el angelado corazón de Anselmo ese día.
Aquel corrió a su encuentro entusiasmado y ella le recompensó la hazaña con una sonrisa de agrado, se tomaron de la mano y caminaron por el parque como sus miradas acordaban.
A la vista se veían como una pareja madura de esas que concretan proyectos en segundos, que evitan conocerse mucho en primera instancia debido al temor por el rechazo, que hablan de poesía, de música y de intereses particulares en la primera cita, parejas que esa misma noche están durmiendo juntos.
La oscura cocina armonizaba ahora con la escena de forma tétrica y aquel se hallaba tan tranquilo, tanto que se vio con tiempo, aunque no lo tuviera, de recordar, con pleno detalle, aquella noche.
Una velada como pocas, la perfecta ocasión para contar de manera ampulosa sus desdichadas vivencias con el fin de deshacerse de ellas. El encuentro había durado lo que la falta de experiencia había permitido, pero los nervios se calmaron ahora con las palabras, ellos tenían mucho para contarse.
Ana era lo que se suele llamar tonta de pueblo, y aquello no hubiera sido más que un calificativo si no viviera en ese pequeño lugar donde los chismes corrían por donde ella fuera. Sumergida en su profesión de poetiza callejera, anhelaba con conocer a su príncipe azul, aunque no lo mereciera, esperando a que se presente y reclamándola para toda la vida.
Vivía en una solitaria y empobrecida casa con su madre, con quien se odiaban mutuamente, y quien era la causal de todas sus desdichas y tormentos, pero pese al clima denso en el cual se hallaba sumergida, ella se negaba a abandonarla, algo que empezaba a volvérsele karma.
A menudo su mortal aburrimiento la llevaron a experimentar alguna que otra noche de desenfreno permitido, pero su inexperiencia requerirían siempre de una guía, ella lo sabía y lo buscaba, aunque no siempre tuvo la suerte que merecía.
Ana no era una chica linda, pero tenía una figura agradable a la vista. De apariencia descuidada pero personal, ella se concentraba en ser reconocida a través de lo que expresaba su poesía. Hablaba poco, a menudo nada y cuando lo hacía aburría, ella poseía un intelecto doméstico, que le fue inculcado a través de aquellas personas a las que admiraba, y que le permitía únicamente opinar cuando se requería. Ella gustaba de sentirse rara, sin saber realmente de que se trataba, a menudo copiando estilos y actitudes.
En ocasiones el desenfreno, cuando lo había, se le iba de las manos. Era extraño interrogarla, puesto que el shin y el shan del asunto se fundían en su apariencia provocativa y su personalidad conservadora, aunque al escucharla ya nadie se tomaba la molestia de hacerlo.
Aburrida pues se sumergía en la triste espera, buscando y diagramando ese posible cambio para volver a empezar, experimentando nuevamente y volviendo a aburrirse para completar el ciclo. Pero ella contaba con una suerte que a menudo ampara a aquellos desprovistos de luz propia, puesto que cuando uno llegaba a conocerla de veras, sentía ganas de ayudarla con sus desdichas, ella lo sabía y trataba de evitarlo, y en ocasiones eso le valía el rechazo de la gente que terminaba por aburrirse de su carácter ciclotímico.
Anselmo era un hombre extraño, solitario a la fuerza debido a que perdió a sus padres en un accidente, y tuvo que hacerse hombre cuando apenas era un adolescente.
El trabajo le quitó las ganas de estudiar, y se convirtió en un filósofo errático, verborrágico cuando no lo requería, diferente siempre que opinaba, rebuscado y agresivo. El se negaba a cambiar, le gustaba ser extraño y que la gente pensara que estaba loco, era difícil tratarlo y eso le valió la falta de compañía durante mucho tiempo.
Sin embargo aquel estaba dispuesto a ir más allá, y aunque no lo demostrara, siempre quiso formar una familia y ser como los demás.
Anselmo sentía que su personalidad única lo llevaría, tarde o temprano, a ser reconocido, y se mostraba optimista al respecto, lo demostraba a fuerza de insistencia, él habría podido experimentar la normalidad si la tristeza por la pérdida no hubiera durado tanto, pero ahora ya estaba grande y bastante abandonado, esta era la única forma que encontraba de ser alguien sin llegar al fracaso, y ya no podría volver jamás el tiempo atrás.
Aquel día, luego de una mala pasada que le había jugado el vino la noche anterior, se levantó con ánimos y dispuso un remedio natural a su jaqueca.
Se sentó en la plaza a observar a la gente, algo que sabía hacer muy bien, y que era una de sus prácticas habituales.
Para la gente Anselmo era una molestia, pero tenerlo cerca era el mejor remedio a sus depresiones y crisis existenciales, puesto que en esa figura se resumía todo lo malo, no había nadie peor que él y ya estaba condenado, no había motivo a replica ni suya si de nadie. Tener una conversación con este hombre era una pérdida de tiempo, esto lo sabían todos, puesto que su rebuscada soledad probablemente terminaría convirtiéndolo en una indeseada compañía, algo que no dejaría más que el disgusto de conocerlo o haberlo conocido.
Ahora él estaba allí sentado como todas las tardes, disponiendo sus conocidas poses, sus gestos, sus ruidos para ver si alguno le dedicaba un mínimo de atención, hasta que desazonado cerraba sus ojos y se fundía en pensamiento, sabiendo que nadie caería jamás en su infantil trampa, nadie excepto aquella muchacha que ahora lo miraba desde lejos, que había sido participe de su acto con cierto agrado, nueva porque conocía a todas las personas del pueblo, tan brillante como su jaqueca le permitía, una mujer y que consuelo, que reía al verlo hozar acercarse.
A menudo uno se preguntaba que le vería ella a una persona como Anselmo, porque como se sabía, la gente lo había condenado de tal forma que casi era inaudito que haya podido subir, al menos un poco, la escalera del triunfo, pero luego comprendieron lo increíblemente similares que eran el uno respecto del otro, algo que generaba un rechazo potenciado, si antes era motivo de ser ignorado, ahora era motivo de odio carnal. Pero para Ana él era una persona diferente, alguien con una personalidad única, tan inteligente y ágil con las palabras que la atraía, que compensaba todo lo que en ella faltaba, que se mostraba indiferente frente a su tonta timidez, y que poseía una capacidad de amar incentivada por sus años de soledad.
La aparente relación perfecta se fundió con el mismo fuego que aquella tarde en la que se conocieron y, a fuerza de ignorar su entorno malicioso, se alejaron tanto de la realidad, que la misma situación los llevó a la locura, rozando con lo excéntrico, al punto que fue desgastando sus personalidades y comenzaron, como es natural, a aburrirse de si mismos.
Con el tiempo reconocieron haber caído en la trampa de la gente, aquellos que habían planeado que se maten mutuamente, las dos personas más desdichadas del pueblo condenados, de alguna u otra manera, al encierro de por vida.
En un principio la debacle conyugal se pudo manejar, pero los malestares devinieron en agresiones físicas violentas y sin sentido alguno, un grado de intolerancia muy cercano al desquicio que padecían. Pero aunque los problemas se agravaban, ellos sabían que integrarse a la sociedad nuevamente era una perdida de tiempo, habían sido tan bestialmente condenados que sólo hozar hacerlo era motivo de agresión y muerte, y por otro lado no soportarían el dolor de verse solos nuevamente, aquello era lo único que tenían y debía permanecer de esta dolorosa manera cueste lo que cueste.
Ana fue la primera en llegar a la solución existencial del problema, y quiso proponérselo de manera poco dolorosa a Anselmo. Buscando la forma poética le hizo el anuncio, pero la misma intolerancia de la relación le impidió averiguarlo a tiempo, y ya era demasiado tarde.
Ahora él estaba casi sin fuerzas, tratando de aguantar para poder recordar el final de la historia, bajo esa oscuridad mortífera de la cocina, buscando una explicación a este desgraciado final, pero ya era demasiado tarde.
Recordó su rostro apenas, jamás había conocido ser tan dulce en su vida, era lo único que tenía y ya lo había perdido todo, la extrañó cuando recordó la cocina, y le remordió la conciencia cuando vio su propio crimen encima de la mesa, algo que ella jamás hubiera imaginado ni podría esperar de él, pero quien lo sabría, y ya era demasiado tarde.
El sangrado era cada vez abundante y se preguntó cuanto duraría su tortura, se negaba a verlo pero que remedio, aquello era lo único que le permitiría dar por acabada esta triste pero tan romántica historia, aquel final que bien había sido planeado por el entorno en el cual vivían, un crimen por amor pero de forma incierta, aquel que cometió jurando amor eterno, cortándose las venas tras ver que su prometida había terminado con su propia vida.

Una Vida Perdida

“No importa el nivel académico alcanzado. Uno es ignorante si no desea ver la realidad en la que nos movemos día a día”

Una soleada mañana de mediados de Julio. La bolsa da en baja en una típica jornada accionaria. Los automovilistas disgustados, al no poder acostumbrarse al nuevo sistema de “Scoring” implementado en la gran ciudad. Las prostitutas regresan a sus cómodos o en el peor caso a sus jaulas, para conciliar un descanso reparar; para luego reiterar al incomodo laburo que gran remuneración tiene. En cambio, Solange comienza su atípica jornada diaria de lucha.
Luego de que su padre, un humilde y muy laburante cartonero, la deje en el hospital de niños; emprende su corto viaje hacia su sector. Cruza montes de oca y llega a las columnas del viaducto que hay entre la avenida y la Estación Constitución. Deposita en una pequeña caja de zapatos desgastada, su humilde y único calzado. Lo hunde en un pequeño pozo (Que ya tiene preparado desde hace meses) y lo cubre con un poco de tierra.
-Es que no me puedo permitirme perder mi único bien personal, así de sencillo- Se dijo ella misma.
Cuando finalizo, cruzo la última calle y avanzo hacia el subte. La caminata sin calzado es una verdadera tortura, pero es la única de forma de conseguir unos pocos centavos más, que lograrían conseguir la cena para toda su familia. Sus enormes callos emergen en su peculiar pie, ya que una niña de doce años no debería calzar treinta y nueve. Llego a la boca del subte, se detuvo y le rezo al dios padre para que la ayude en el día de hoy. Continuo escalera abajo luego de su breve plegaria y se coloco al costado de la ventanilla de pago. A cada persona que avanzara, ella le rogaria un pequeño regalo.
-¿Una monedita por favor?-Dijo, mostrando en su cara la cruda verdad de un sistema económico que solo consigue marginalidad.
Uno a uno, los pasajeros avanzan y Solange repite y repite su suplica. A medida que acumula un pequeño grupo de monedas, se lo cambia a la cajera por monedas mas grandes, es que la empresa necesita el cambio sepa entenderlo. Cuando finaliza su turno (Que es por hora), deberá continuar por los vagones.
La reemplazo un pequeño niño de ocho años. Su remera, con un estampado de los “Power Rangers”, no es más que un montón de jirones entrelazados con hilo, además de la tierra vieja y los rastros de algo que parece ser sangre seca. Sus brazos magullados, quizás por la mayor desgracia de un padre borracho. La observo con los ojos perdidos, ya que jamás tendrá un sueño al cual aferrarse, esa es la realidad, esa es la vida que le toco.
-Ee´ Solange, ya me toca- Dijo con una voz endurecida.
-Bueno, me voy pa´ el subte- Respondió y acontinuación le dirigió una sonrisa apagada.
Solange sabe (Mejor que nadie) que en las ventanillas se levanta mas dinero que en cualquier otro lado. Paso la barrera de seguridad. El policía que protege la entrada ni se fijo en ella, “Solo es una mendiga” de seguro debe pensar. Debía haber cientos de personas, la estación explota a esa hora. Cruzo la mirada con un delicioso pan. Su panza rugió al ver el gran pedazo de alimento que se le negaba por no tener un para de círculos de cobre. Se sentó en las sillas de espera y aguardo a su hermanito.
Juan, no es su hermano, mas bien se diría que es su socio para mendigar. Al tener cuatro años no es más que un pequeño chico desnutrido que le marginan sus derechos. Pero es ligero para cargar y así, hacer creer que es una madre adolescente o incluso, una niña que tiene que hacer de mama por las desgracias de la vida. Luego de diez minutos, se presento Juan.
-Juancito- Dijo con voz de reproche Solange.
-Solcito- Comenzó, luego de una pequeña pausa continuo- Perdona, se me hizo tarde-
-No pasa nada- Dijo con amabilidad y le abrazo.
-Mira ahí viene el subte- Dijo Juan mientras lo señalaba.
-Bueno, vayamos.
Cuando entraron caminaron, Solange no soporta la mirada despectiva de la gente. Quizás logre soportar cuando la observan con tristeza, pero de ahí a odiarla por ser pobre, es lo mas cruel que una persona puede hacer, peor que matar; ya que la están matando al negarle sus derechos de los que muchos se jactan de tener y poseer a mansalva.
-¿Cuanto falta para que arranque el subte?- Pregunto Juan
Solange giro su cabezo y observo que el reloj marcaba “EL PROXIMO VIAJE COMIENZA EN 01:43”
-En casi dos minutos Juancito- Le susurro al oído. En menos de dos minutos, oyeron las válvulas de aire comprimido y las puertas se sellaron.
Ahí comenzaba todo. Alzo a Juan en brazos. Emitió un ligero gemido al impulsarlo hacia la altura de su pecho. Se notaba que había aumentado por lo menos dos kilos o que ella estaba más débil debido a la escasa y mala alimentación que poseía su cuerpo. Cruzo a lo largo la primera fila de sillas. En las que la gente se sienta enfrentados unos a otros.
-Señoras y señores- Dijo con voz chillona, para lograr llamar aun mas la atención. -Quisiera pedirles por favor y si les sobra, una pequeña moneda. No importa el valor que tenga, ya que es para comprarle la comida a mi pequeño hijo. Por favor, una moneda sola, yo les voy a agradecer mucho y ojala que dios los bendiga a todos por su amabilidad.
Avanzo persona a persona con el brazo derecho extendido y la palma de su mano hacia arriba. Recibió unas pocas monedas que con la inflación que hay, no le alcanzaría para el kilo de arroz necesario. Aunque obviamente se acercaba mas al objetivo tan deseado, un plato de comida.
Repitió el proceso hasta que llego la hora de irse, eran las ocho de la noche y había que comenzar el viaje de retorno. Desenterró la caja de zapatos y con el corazón palpitándole por si habían desaparecido abrió la caja. Efectivamente allí se encontraban, su único par de zapatillas. Tomo de brazo a Juan (Que ya se había colocado sus zapatillas) y se dirigieron al lugar del cambio de monedas. Llevaban un total de veinte pesos en monedas de todos los tamaños, parece que suena bien pero se verán que no es tan así. Caminaron durante cuarenta minutos y llegaron a una terminal de ómnibus. Al ser rutina, salio un hombre gordo y barbudo a recibirlos, los hizo pasar a un cuarto. Había dos personas más, un hombre delgado y alto que parecía que nunca terminaba y uno más pequeño pero morrudo; parecían gigantes al lado de ellos.
-Bueno, ¿cuanto nos has traído?- Dijo el mas alto de los tres.
-Esto es todo lo que juntamos- Solange deposito todas las monedas que tenia en una pequeña mesa de madera.
-Veamos como estuvo la cosecha hoy- Le contesto el mismo hombre. Se puso a contar una a una. Al finalizar la miro con frialdad.
-Bueno, conoces las reglas. Veinte pesos con ochenta centavos son diez pesos en billetes- La observo con una sonrisa y saco una billetera. Le entrego un billete de cinco pesos a cada uno y los invito a retirarse. Antes de que Solange cruzara la puerta le propuso un pequeño favor.
-Piba- Solange se volteo- Si queres tener estos otros diez pesos, te puedo ofrecer un trato.
-¿Cual?
-Como ya esta grandecita te lo diré-Dijo y continuo- Si nos haces un pete a cada uno, te entregare estos diez pesos.
Los tres explotaron en risas, pero ese acto no lo hizo bajar al del nivel de broma. Estos tipos hablaban enserio, querían los servicios sexuales que podría ofrecer una niña precoz (Precoz, solo para ellos). Ella ya se había iniciado sexualmente, no seria nada muy nuevo para ella. En las villas, a su edad, la mayoría de la gente se inicio sexualmente e incluso a los catorce, es edad de tener hijos. No le asusta el pedido sexual que le pueden ofrecer, ella es una mujer. Lo realmente asqueroso, es que matarían al hombre que les hiciera lo mismo a sus hijas. Es increíble que los seres humanos seamos seres tan repulsivos, hacemos lo que queremos, pero no queremos que nos hagan lo mismo.
-No gracias, no soy trola. Con esto me alcanza para hoy.
Dio un portazo y salio de esa terrible playa. Caminaron juntos de la mano hasta el hogar de cada uno. Ella, con una leve sonrisa de finalizar el día, luego de una cena que llevaba en sus brazos, podría acostarse, en la misma habitación que sus otros nueve hermanos, y soñar con los lugares que jamás visitara y con ser la persona que el sistema le niega (Una abogada, una actriz o su sueño una doctora). Por que el sistema no acepta cambios, unos pocos son ricos y muchos son pobres.