Sordos al diluvio de realidad

Divagando entre sábanas obtuve la respuesta a un problema tan general como existencial, pero no es que de peque inquisidor al analizar una cuestión que se ha discutido infinidad de veces y en tantos ámbitos, sino por que ha golpeado a mi puerta una herramienta que me ha llevado a reflexionar al respecto, y sobre muchos aspectos a la vez. Me ha llegado a mí, que variadas situaciones me han llevado a cuestionar la historia misma de mi vida, quizás con el fin de compararme con algún estándar de joven actual o por el mero hecho de ridiculizar mi posición entre los que me rodean, yo, que tuve que sentarme a reflexionar que cuestiones, o mejor dicho que patrones, debo modificar, que me he autodefinido como atrasado a los tiempos que estoy viviendo, si atrasado, y a que me refiero con esto, a que siento que no debí nacer en estas fechas, que estoy viviendo una época impropia, y que comparado con aquel que vive adelantado, el cual goza de la admiración de ese que solo entiende el valor sentimental de lo que genera, sufro la ignorancia ajena de mis aspectos más destacables, y que muchas veces me veo eclipsado por mis motivaciones carismáticas al respecto de la situación, en la eterna búsqueda de sentirme comprendido, sabiendo que al hacer un esfuerzo extra, cualquiera sea el caso, terminaría agotado y no tardaría en mostrar mi naturaleza reprimida, que se simplificará, tal vez, en un velo de sensaciones nostálgicas. Pero la vida me ha dado revancha y para demostrarlo compararé mi situación con la respuesta al interrogante que antes había propuesto. Que pasaría si todos nosotros pudiésemos adivinar nuestro futuro, a que nos tendríamos que enfrentar si sabemos lo que va a suceder luego, y, atacando cuestiones que conllevan un orden social, como puedo yo relacionarme con una persona sabiendo que me va a decir o que va a hacer, y que implicancias tendría en la universalidad de hechos y derechos que disponen el mundo. Convengamos que el poder de adivinar el futuro es, a niveles descomunales, tan grandioso como aterrador, y si bien el destino define el curso de nuestras vidas, al poder adivinarlo todo, el ser humano perdería su capacidad de reflexionar, la virtud de la esperanza, inclusive del optimismo mismo, al conocer su propia muerte, no solo buscaría la forma de tener que prescindir de semejante don, sino que se volvería poco a poco un sujeto asocial y moriría por ello. A todo esto se preguntarán que relación existe entre mi problema y la cuestión que acabo de analizar, y, tal vez lo más importante, que quiero dar a entender con lo que expreso. La respuesta está fundada en la importancia social que tiene el asunto y no es una semejanza sino un incentivo a mis pavores más románticos. El atrasado, ante una situación de incomodidad, buscará la forma de afrontar aquella situación que dispara una realidad terrible y le manchará la cara infinidad de veces, se sentirá insatisfecho, pero así pase momentos difíciles, cuenta con la virtud de la esperanza, esperará siempre a que los tiempos se adapten a él o viceversa, de la reflexión, buscará la forma de sentirse correspondido y del optimismo por que visualizará, así sea una vaga y mal fundada filosofía, tiempos mejores.

Juan Pablo