Men sana in corpore sano

Alicia desenvolvió su herramienta de trabajo con mucho cuidado antes de que llegara su nuevo compañero de aventuras, y al terminar tomó su merecido baño.
Mientras lo hacía y se observaba, un sinfín de detalles condenaron sus impulsos a tono desvergonzado, como siempre le pasaba en tales ocasiones.
Tanto como su estética le convenía, y habiendo dispuesto a sus minucias psicológicas, las estrategias que la condenarían al trono, se secó la piel que la envolvía de forma enérgica.
Como de costumbre se aprovechó del sofocante reflejo que le devolvía su imagen tan de a ratos onírica. Deslizó sus piernas por la prenda y contempló como iba curvándose la tela cuando el vacío iba siendo cubierto. Enderezó su columna bruscamente sólo para cuantificar los segundos que producía el movimiento de lo que, sujeto a las leyes de una física propia y absolutamente única, sólo se movería de su cuerpo, y calculó con cuanta ventaja contaba entre las muchachas que recordaba. ¿Pero sería posible?
Excitada por la sola contemplación a merced del descubrimiento, y pautándose el orgullo por encima de la duda, desgranó un conjunto de planes al respecto. Al verificarlo por última vez, relacionó la fuerza en vano que tuvo que hacer para lograr rodear su espalda, con el nivel de impacto que lograría con sus cometidos.
Sonó el timbre y no pudo encontrar mayor excusa que la duda de su primer cliente. ¿Qué pensaría de aquello con lo que la naturaleza la había premiado? Quizás era momento de averiguarlo.
Andrés se endureció antes de terminar de contemplarla. Escupió sus incontinencias antes de poder tantear para corroborarlo, y dio paso a su vergonzosa higienización antes de proyectar una disculpa a sus involuntariedades. Metió ambas manos en sus bolsillos y las llenó de lo que tenía para ofrecer. Se sentó a la mesa esperando que la mismísima divinidad ordenara pedírselas, y cuando estaba dispuesto a hacerlo, una treta inesperada lo llevó a pensar que quizás no tendría que disimular con ella. Aunque no estuviera en posición de asegurarlo.
La verticalidad de la situación se traspiraba sin necesidad de preámbulos. Ya parte de un conjuro, habría sido preferible ser devorado antes de pretender la explicación de aquello que incomodaba. Al fin y al cabo las comparaciones eran inevitables.
¿Pero serían posibles tales diferencias? ¿Cuánto habrán arriesgado en sus factorías para que su producto alcance tal excelencia?
De pronto el ardor se hizo irrefrenable. Quemaba tanto y era tan abundante que sus manos no alcanzaban a cubrir todo lo que él intentaba desmentir. Aquellas mismas manos que habían sostenido, sin derrames, la cantidad con lo que debía no solo remunerarse, sino también disculparse.
Pronto entendió que una vida digna vale lo que vivir gloriosos instantes, así sea el más corto de todos de aquí en adelante. Que vale más que mil consuelos, y que tiene el peso de cien desvelos. Entendió el valor de los bienes verdaderos, que sus dotes no eran de carne sino de fuego.

Pequeño preambulo acerca de como entibiar las emociones latentes

Ahora soy de los ecos que retumban en lo más recóndito del alma. Porque de haberlo sabido antes no hubiese necesitado de mortales, por la incomodidad que resulta cuando no la ilusión que generan, despiertes de conciencia.
Y ahora siento que vale la pena sacrificar un poco los minutos para entender de que se sirve las explicaciones para recomendar las acciones.
Cuando camino a paso apresurado, el viento parece desafiarme a que me entregue al desgano de la espera, que no es absurdo. Al fin y al cabo no todo puede ser inmediato. Pero si menos lo pienso, más se desdibuja eso que no quisiera contar como procedimiento de logro.
A saber, si los placeres fueran tortuosos, nos haríamos una vaga idea de lo que conllevaría, y el proceso sería sufrimiento.
Necesito un remedio para la paranoia supeditado a todo lo que agoniza dormido y a lo que no doy racimos de insolencia que necesito.
Hay personas que pueden lograrlo si solo si un espectro de voluntad se haga presente. Confirmado el paso y a gusto con los espectadores, me dispongo al servicio del entretenimiento.
El show acaba de comenzar.