Sueño por siempre

Es una calurosa tarde de mediados de mayo, de hecho no es solo calurosa, ya que una temperatura de treinta grados centígrados no es normal para esta altura del año. Pero para la fortuna de Brenda Carrillo hoy el pronóstico amenaza con lluvia y alerta meteorológica.

Al bajarse del colectivo que la traslado, junto a sus hijos, hasta el penal de Caseros; la invade una especie de miedo y cólera. Si, mas bien cólera, ya que sus hijos le insistieron en presenciar la ejecución de su padre. ¿Acaso podría negarles eso? Era su padre, a pesar de haber hecho tal acto de maldad.

Recuerdo su voz en el juicio.

-Soy culpable simplemente condéneme… ¡no quiero seguir sufriendo con mi conciencia! Solo quiero descansar de los fantasmas…-

-¡De las almas que asesinaste!-Lo interrumpió una mujer solloza. Él se volteo para verle el rostro y afirmo.

-Si, de sus almas…- Dijo con un hilo de voz.

Un juez taciturno condeno por primera vez al que alguna vez fue mi loco amor a la silla eléctrica. Aunque parezca increíble, gracias a este caso se logro aprobar la pena de muerte. Los expertos dicen que con castigos ejemplares lograran seguridad. Pero como siempre digo “el que planta odio solo cosecha mas odio.”

Me presento en la puerta y le comento a un guarda la situación, este me mira taciturno y asiente con la cabeza. Me da las instrucciones y luego de tres controles mas, donde me palpan, toman datos y me aconsejan frente al trauma emocional que pueden adquirir los chicos por esta experiencia, llego a la habitación de la ejecución.

La segunda asesina de ese cuarto se sitúa en una especie de escenario, donde debajo se encuentran las sillas para poder presenciar tal acto de locura. El decorado de la habitación es tan rustico que si no es por el olor a pintura fresca, ese lugar destrozaría la emoción de cualquier persona. Al costado de la silla eléctrica se ubica una especie de cuarto donde supongo se pasa la electricidad.

Luego de dos interminables horas entra el primer asesino, mi marido, escoltado por unos cinco o seis guardas. El mira hacia los espectadores con rostro triste y cansado. Lo más probable es que las “Almas” no lo dejasen descansar. Recuerdo que siempre decía “Por mas que se sufra el peor dolor se puede descansar, pero cuando uno lo causa deja de hacerlo”. Su mirada se choca con nosotros y su rostro se comienza a tranquilizar, como si una paz repentina lo invadiese. En ese momento una mujer regordeta se incorpora

-¡Ya vas a sufrir el fuego del infierno! ¡Ya sentirás en carne propia y en tu alma lo que le hiciste a todos!- Grita la misma mujer que en el juicio y se quiebra a llorar en el pecho de lo que parece su hijo.

Los guardas lo ubican en la silla y comienzan a amarrarlo. Sostenía las manos de mis hijos con tanta fuerza que les clavaba las uñas. Sentía su sangre manar, pero ellos jamás protestaron, estaban totalmente impactados, solo querían disfrutar los últimos minutos de su padre en la tierra; deseando que el les devolviera la mirada o dijese algo.

Cuando finalmente lo amarraron a la silla él dijo.

-Hijos, sean buenos hombres. No como yo- Esas fueron sus últimas palabras. Ya que cuando concluyo uno de los guardas dio la orden de comenzar la ejecución. Mis hijos se taparon los rostros y rompieron a llorar en mis hombros. Yo sencillamente continuaba con mi cigarrillo y miraba atónita toda la situación.

Luego de veinte años de sufrimiento y cansancio lo recuerdo todo. Mis hijos me dijeron que estuvieron felices de poder ver por última vez a su padre. Aunque no haya sido el mejor hombre, era su padre.

Y ahora, ya lo entiendo todo. Ya que desde ese día, jamás pude volver a descansar.